La Libertad en CristoMuestra

¿Qué tan libre es ser libre?

Hay una gran diferencia entre trabajar para ganar la aceptación de alguien y trabajar debido a la aceptación de alguien. Me encuentro con personas todo el tiempo que se sienten obligadas a servir a Dios con el fin de merecer su amor y aceptación. A menudo esto es el resultado de un error teológico que les han enseñado desde la infancia: “Más vale que seas bueno o si no…”. En otras ocasiones, proviene de haber crecido en un hogar donde la aceptación de los niños por parte de sus padres dependía de su comportamiento:“Sé una buena niña y papi te amará”. Este patrón de pensamiento puede llegar a estar tan arraigado, que los adultos se esforzarán hasta la tumba tratando de demostrar a sus padres que no son un fracaso. He conocido a hombres que eran impulsados por el deseo de ganarse la aprobación de su padre mucho después de que él hubiera fallecido.

Cuando este sistema de aceptación basado en el desempeño se traslada a nuestro Padre celestial, el resultado es el legalismo. El legalismo es una actitud. Es un sistema de pensamiento en el cual la persona trata de ganar el amor y la aceptación de Dios a través de las buenas obras o el servicio. Algunas personas creen de veras que su salvación está en juego. Para otros, es una vaga sensación de desaprobación divina de la que intentan deshacerse. En cualquier caso, sin embargo, el legalismo siempre conduce al mismo callejón sin salida: la falta de gozo, un espíritu de crítica y la incapacidad de ser transparente.

Ser libre del legalismo se logra a través de aceptar la verdad sobre nuestra posición privilegiada en la familia de Dios. Quienes han puesto su confianza en Cristo han sido adoptados en su familia. No hay un concepto que hable de la aceptación de una manera más clara que la adopción. Mientras que un embarazo puede venir por sorpresa, la adopción es siempre algo premeditado y planeado. Mientras usted y yo estábamos sin esperanza, Dios preparó el escenario para adoptarnos en su familia (Romanos 5.8).

¿Siente usted que debe esforzarse para ganar la aceptación de Dios? ¿Se encuentra criticando a quienes que no sirven al Señor con el mismo fervor que usted? ¿Ha desarrollado una actitud de mártir hacia su servicio al Señor? Si respondió con un sí a cualquiera de estas preguntas, podría ser que no está descansando en efecto en la obra consumada de Cristo, una obra que resolvió la duda sobre su aceptabilidad de una vez por todas. A través de Cristo, Dios le proveyó un lugar eterno en la familia de Dios y le permite llamarlo su Padre.