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CÁNTICOS DE REFLEXIÓN

DÍA 6 DE 21

Salmo 30:1-12

Antes de comenzar el Salmo, necesitamos una breve introducción, necesitamos prestar atención a las letras más pequeñas de él en nuestra Biblia: “Salmo cantado en la dedicación de la Casa. Salmo de David”.

Los estudiosos no se ponen de acuerdo sobre lo que significa “la casa”. Para unos se trataría del Templo de Jerusalén, construido por su hijo Salomón. Alguien, bien David, Salomón o los sacerdotes, escogió este Salmo para cantarlo en aquella ocasión. Para otros la ocasión fue la inauguración oficial de alguna residencia de David. Como por ejemplo “la casa de Cedro” (1 Cron. 14:1-2). Esto significaría que cuando David hubo concluido la obra dedicó aquella casa al Señor. Si fue así, él entendía que era un regalo de Dios y se la entregaba a Él. Y esta es una lección sencilla para nosotros. Nuestros hogares deben ser como pequeños santuarios donde se bendice, se ora y se alaba a Dios ¿Es mi hogar un lugar dedicado a Dios?

El siguiente punto importante aquí es una cosa es la ocasión en que se cantó y otra el momento en que se compuso y sus circunstancias. En los siguientes versos el salmista da pequeñas pinceladas acerca de las cosas que vivió y que dieron lugar al Salmo, prestemos atención:

(v.1) “…, porque me has exaltado". Estas palabras son fuertes. Este verbo “exaltar o alzar” se usaba en la vida diaria para referirse a la acción de subir un balde desde el interior de un pozo. Así de mal llegó a estar David. Como en lo profundo de un pozo: en estrechez y oscuridad. Y así de hermosa fue la intervención de Dios: Le alzó estando él en lo más profundo, y lo colocó en lugar espacioso.

(v.2) “…, y me sanaste”. Esto nos hace pensar que quizás la causa de todos sus males fue una dura enfermedad tanto física como del alma. Digo quizás porque lo mismo podía haberse tratado de cualquier terrible adversidad que le produjo gran desesperación. El caso es que llegó a tal extremo que él pensó que se moría.

(v.1) Volvamos a la última frase del verso primero: “…Y no permitiste que mis enemigos se alegraran de mí”. ¿Han escuchado aquello de que las desgracias nunca vienen solas? Pues algo así pasó a David. A su dolor se añadía el dolor de ver como sus enemigos se regocijaban ante lo que parecía la inminencia de su muerte.

David no quería dejar pasar su experiencia como nada. Él quería dejar testimonio del poder de Dios a su favor, y de su corazón brota este precioso Salmo o canción de agradecimiento y alabanza: “Te glorificaré, oh Jehová, porque me has exaltado…”, así empieza el Salmo.

Los siguientes versículos son preciosos porque nos abre su corazón y comparte lo que él aprendió acerca del carácter y obrar de Dios.

Y lo hace llamando en primer lugar a “vosotros sus santos” para que se unan a él en la alabanza (v.4). ¿Con quienes si no podía compartir el salmista su experiencia y formar un coro de adoradores? El no creyente, normalmente se muestra incrédulo y hasta se ríe cuando le comentamos alguna experiencia de carácter espiritual, sencillamente no entiende. De ahí el deseo del creyente, como David, de encontrarse con otros creyentes, en medio del Pueblo de Dios. Compartir las obras de Dios en nuestras vidas es motivo de gozo y de alabanza. ¿Qué aprendió David, y qué testimonio nos ha querido dejar para alabanza de Dios?

“Que por un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida” (v.5a.) David entendió que en este caso su enfermedad se debió a la disciplina amorosa de Dios. Había cosas, actitudes, que Dios quería cambiar en David y este fue el medio utilizado. El salmista reconoce que la experiencia fue dura, pero el beneficio hizo que mereciera la pena.

“…su favor dura toda la vida”. Hermanos, son aquellas cosas aprendidas a los pies del Maestro, en intimidad, las que en verdad van a permanecer con nosotros para siempre, y nos acompañarán por la eternidad.

“Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría” (v.5b.) En la experiencia de la persona que se humilla ante Dios, que acepta Su corrección y que descansa en Sus brazos, esa noche de lloro, aunque se prolongue en el tiempo, vendrá a ser como el caminante que se aloja por una noche, que a la mañana se irá, y dará lugar a un gozo permanente, a un amanecer de esperanza.

¿Qué fue corregido en David? Un corazón engrosado.

Poco a poco y sutilmente en algún momento su corazón se fue hinchando y su confianza empezó a descansar en las riquezas, en su sabiduría y en su poder. Estaba satisfecho, quizás pensaba que merecía todo aquello. Embriagado por esta situación llega a exclamar: “No seré jamás conmovido,” (v.6). El centro de su vida sin duda comenzó a ser el “YO”.

Le pasó a David y nos puede suceder a nosotros: estamos satisfechos con el trabajo, mi situación financiera es buena o al menos tengo lo que me hace falta, los estudios van adelante, me siento satisfecho de mi familia, me gusta mi vida, estoy sano… ¡Dios parece contento conmigo, puedo vivir tranquilo! Y caemos en una actitud de conformismo, nos llega el orgullo e incluso cedemos en nuestro compromiso con Dios.

Dios aplica Su medicina y entonces dice el salmista (v.7) “Escondiste tu rostro, fui turbado”. De repente la vida se convierte en una pesadilla. Dios decide intervenir en la vida de u hijo para colocar cada cosa en su sitio. Hacer que vuelva a la realidad de su debilidad y dependencia de Dios.“Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo" (Heb. 12:6).

David se vuelve a Dios (Sal. 30:8-10). “A ti, oh Jehová clamaré, y al Señor suplicaré” (2:8). Y finalmente se quebranta. Se reconoce necesitado, indigno y que solo puede apelar a la gracia divina: “Oye, oh Jehová, y ten misericordia de mí; Jehová, se tú mi ayudador, se tú mi socorro, mi auxilio” (v.10). Su confianza no estaba ya ni en la sabiduría humana, ni en la ciencia sin Dios, ni en las riquezas.

Y el salmo termina como empezó, con alabanzas a Dios por Su obra de Salvación: David explica cómo se siente después de haber sido alzado desde el pozo en que se encontraba utilizando una ilustración: “ha sido como cambiar el dolor de un funeral por la alegría de una boda”. Y en el versículo 12 afirma que “nunca dejará de cantar alabanzas a Dios en agradecimiento por lo que ha hecho”: “Por tanto, ti cantaré… y no estaré callado… te alabaré para siempre”.

Reflexionemos

¡Qué gran lección para reflexionar nos enseña David! Estas expresiones: “… No estaré callado” y “Te alabaré para siempre”; sus palabras contrastan con lo que muchas veces es nuestra actitud: Silencio. Como si no tuviésemos razones más que suficientes, empezando por el regalo de Jesús y el don de la Salvación, para el agradecimiento, para caer de rodillas delante de Él y adorarle sin parar.

¿Podemos identificarnos con David? Creo que todos, de una o de otra manera, hemos pasado por una experiencia similar: “Nos hemos visto en ese pozo oscuro”, en estrechez, oscuridad y desesperanza.

Lo hermoso es que en medio de su dolor clamó a Dios y el Señor contestó trayendo salvación a su vida. ¿Por qué tendría que ser diferente contigo? Si has caído en ese pozo oscuro, pues ya sabes lo que debes hacer y sin duda terminarás por expresarte de la siguiente maner: “Jehová Dios mío, A ti clamé, y me sanaste. Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol; Me diste vida, para que no descendiese a la sepultura” (Sal 30:2-3).

Escrituras

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Acerca de este Plan

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Nos gustaría agradecer a Iglesia Tabernáculo de Evangelización por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.iglesiatde.today/

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