Amonestación contra la parcialidad

El favoritismo es inconciliable con la fe cristiana. El cristiano obra siempre en conformidad con su fe. El Señor Jesucristo es Señor de los ricos y de los pobres, de los de alta posición y de los sencillos, por este motivo el creyente no debe actuar con parcialidad, sino aceptar a todo aquel que busque a Cristo.

No debemos excluir, ni actuar con doble interés.

El ejemplo de Santiago es muy claro. En este caso se hace un especial interés en un hombre rico con ropa espléndida y un desprecio a un hombre pobre que porta ropa andrajosa. Si notamos todo ello se hace en el lugar de reunión. La conclusión de Santiago es categórica: “Hacen distinción entre ustedes mismos y son jueces con malos pensamientos”.

¿Sientes una especial simpatía por tratar, enseñar y animar a cierto tipo de personas? ¿Consideras no sentirte cómodo con algún tipo de gente?

El pobre depende de Dios, el rico de sí mismo.

Aun cuando Santiago se refiere literalmente a ricos materiales y pobres igualmente. Podemos aplicar la enseñanza práctica. Son los pobres y ricos que por medio de la fe pueden depender de Dios. De otra forma tendríamos que concluir que todo hombre por el hecho de ser pobre depende de Dios y todo hombre rico depende de si mismo. Recordemos las palabras del Señor Jesús en “El Sermón del monte”; “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Con todo, ciertamente las riquezas nos hacen autosuficientes y la pobreza o necesidad nos lleva a depender totalmente del Señor. La amonestación de Santiago en cuanto a nuestro trato con ricos y pobres es que los “amemos como a nosotros mismos”. 

Concluimos pues:

a) Pobres y ricos dependemos de Dios. Mt. 6:33

b) La fe en el Señor nos enriquece. 

c) Sin excepción debemos amar a nuestro prójimo. Mt. 22:40

Convictos por la ley.

Santiago no hace distinción entre muchos y pocos pecados, ni entre pecados graves y leves. Para él, todo pecado es un quebrantamiento de la ley entera. Por lo cual si hacemos acepción de personas nos hacemos transgresores de la ley de  la libertad. Por lo cual debemos actuar con amor  y misericordia. No actuemos con prejuicios engañándonos a nosotros mismos sino en todo nuestro proceder, el amor de Dios sea manifiesto.

Nuestro proceder con todos debe ser en amor. Si notamos que tenemos un especial trato con cierto tipo de personas, motivado por un interés carnal debemos arrepentirnos. No podemos hacer acepción de personas en nuestro trato ni en nuestro amor el cual procede de Dios para todos. Más aún, debemos cuidar nuestro corazón de tener una preferencia o trato especial para con aquellos con los que pudiéramos beneficiarnos ya sea por influencias, dinero, negocios, etc. 

Seamos sinceros y amemos de igual manera a todos pues para el Señor todos valemos la sangre preciosa de Cristo.