Tiempo De MadurarMuestra
La lengua
Santiago trata en esta porción sobre la gravedad de poseer una “lengua sin freno”. Las graves consecuencias que ello trae y la importancia de controlarla. Esta es una parte importante del dominio propio, pues el que domina su lengua, domina todo su ser.
Invitación: No seamos ”habladores profesionales”
Cuando Santiago inicia esta porción amonestando o exhortando a no ser maestros. No se refiere propiamente al ministerio de maestro señalado en Ef. 4:11, sino más bien a aquellos que pretenden conocerlo todo y siempre están dispuestos a enseñar sin ser llamados a hacerlo.
En el versículo 2 señala la consecuencia de no usar adecuadamente la lengua: “ofendemos muchas veces”. Los habladores profesionales tienen esta característica en su hablar. Pensemos en las personas que hemos ofendido, ya sea, por pretender enseñarles o hablar con ligereza.
Dominándonos a nosotros mismos.
Las ilustraciones que presenta el autor señalan como algo muy pequeño puede controlar o conducir algo muy grande. Un pequeño freno un gran caballo y un pequeño timón guiar una enorme nave. El carecer de ello desboca al caballo y descontrola la nave. Así, cada uno de nosotros debemos poseer nuestro: freno y timón. Detener la lengua cuando se requiera y guiarla en el rumbo adecuado. Todo ello nos habla del dominio propio. Este es un fruto del andar en el Espíritu (2 Tim. 1:7) y de una disciplina continúa.
Las consecuencias de no frenar la lengua.
El autor asemeja la lengua como un fuego, que incendia un gran bosque. Así nuestro hablar sin freno puede traer grandes y graves consecuencias.
- El chismoso. Pro.26:20
- El iracundo. Pro. 15:18
- El mentiroso. Pro. 12:22
- El entrometido. Pro.20:19
- El calumniador. Pro.10:18
¿Nadie puede domar la lengua?
Santiago no esta afirmando que es imposible controlar la lengua pues en pasajes anteriores anima a ello. Más bien, se refiere que la lengua a diferencia de los animales que son domesticados y usados para beneficio del hombre. La lengua esta en continuo movimiento y cambio en lo cual intervienen las emociones. Con todo, Dios nos da la habilidad para ello. Recordemos y memoricemos el consejo de la Palabra de Dios:
a) Debo cuidar mis palabras. Pr. 18:21
b) Debo ser prudente al hablar. Pr. 13:3
c) No debo hablar perversidades. Sal. 31:13
d) Debo evitarme problemas, no hablando. Pr. 21:23
Una misma fuente; una misma agua.
En esta última porción Santiago nos exhorta a que de nuestra lengua procedan palabras de bendición, de ánimo, de fe. Pues no es posible que bendigamos a Dios y a la vez maldigamos al hombre. El Señor Jesús señalo: “De la abundancia del corazón habla la boca” mostrando de esta forma que de un buen corazón, buenas palabras saldrán, y de un corazón malo, lo opuesto. Por lo cual, debemos cuidar nuestro corazón. La Palabra de Dios debe abundar en nosotros y debemos tener mucho cuidado en lo que pensamos (Ef.5:18-20). Pues esto se manifestará en nuestro hablar.
Nuestras palabras deben “ser siempre con gracia” (Col.4:6). Cuidando nuestras emociones para no hablar alterados por ellas. Nuestra lengua en todo tiempo tenga su “freno y timón” y hablemos lo que conviene dando gracias a Dios por todo.
Acerca de este Plan
El hecho de llevar muchos o pocos años en el Evangelio no quiere decir que necesariamente seamos maduros en la Fe. Este plan tiene ese propósito, ayudar a madurar nuestra vida cristiana.
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Nos gustaría agradecer a CFN Cancún por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://www.facebook.com/cfncancun