La Práctica pública del ciudadano del Reino de los cielos

La práctica de nuestra fe cristiana, requiere que llevemos acabo actos públicos, pero, ¿Cuántos de esos actos públicos están basados en la actitud interior de agradar a Dios y amarle? O no buscando el de impresionar a los hombres y hacerles ver que ellos están mal y nosotros estamos bien. Lo que hacemos públicamente debe provenir de una vida íntima de amor y entrega a Dios.

El Señor Jesús lanza su insistente llamado para que sus seguidores sean diferentes. En Mateo 5 enseña que nuestra justicia tiene que ser mayor que la de los fariseos (porque ellos obedecían la letra de la ley, mientras que nuestra obediencia tiene que nacer desde el corazón, el cual es más importante que lo exterior), y mayor también (en la forma de amor) que la de los paganos (porque ellos se aman entre amigos, mientras que nuestro amor debe abarcar también a nuestros enemigos).

Al considerar la “justicia”, Jesús usa esa palabra en el sentido de la práctica de nuestra Fe, esto es nuestra vida religiosa. Menciona a los Fariseos con una vida religiosa externa a los cual llama “hipócritas” del original griego “Actores”. 

Luego pasa al formalismo mecánico y repetitivo de los “paganos”, que solo hacen las cosas porque les inculcaron hacerlas sin saber la razón o creer en ello y dice: “No sean como ellos”. 

Así, los cristianos deben ser diferentes tanto de los fariseos como de los paganos, de los religiosos y de los irreligiosos. La advertencia fundamental que lanza Jesús es contra hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. 

En imágenes vívidas, Jesús pinta un cuadro del modo de ser religioso del hipócrita. Es la vía de la ostentación. Los tales reciben la recompensa que desean: el aplauso de los hombres. Con esto Jesús pone en contraste el estilo del Reino, que es secreto, y la única recompensa que los cristianos desean: la bendición de Dios que es su Padre celestial y que ve lo secreto.

¿Cuál es el resultado de “hacer vuestra justicia delante de los hombres” (6:1)? Las buenas obras deberían glorificar al Padre que está en los cielos, no a nosotros. ¿Cómo podríamos canalizar la atención que las personas ponen en nosotros al hacer esas obras y dirigirla al Padre? ¿Crees que debamos aceptar algún tipo de alabanza por las obras de justicia que hacemos? ¿Cómo pudieran alabarnos por esas obras? ¿Has aceptado alguna vez los aplausos de la gente?

Reflexionemos en nuestras acciones recientes. ¿Qué fue más importante para nosotros: la alabanza de la gente o la recompensa de Dios? 

Hagamos una lista de las formas en que nos vemos persiguiendo la alabanza de otros más que la de Dios. Al hacer esta lista, nos ayudará a ser más consciente de nuestros motivos, y oremos que Dios guarde nuestro corazón de toda hipocresía.

Jesús no quiere decir que nadie debería conocer jamás nuestras acciones y ser honrados por ellas públicamente, más bien, lo que Él enfatiza es la motivación de tu corazón al hacer actos públicos de justicia.