Encontrando un TesoroMuestra

Título: Sigue al líder. Sigue el camino del amor…

Como padres y profesores pasamos nuestras vidas enseñando a los niños cuales son los mejores caminos que pueden tomar en la vida, y cuando hacemos esto solemos usar muchas palabras. A decir verdad, ochenta por ciento de las palabras habladas en un salón de clases son dadas por el profesor. Incluso, especialmente, con nuestros propios hijos. Cuando queremos que aprendan algo, hablamos, hablamos y hablamos. Agunos podrían decir que lo hacemos hasta quedar cansados y sin palabras.

Con todo lo dicho previamente, creo que ni así nuestras palabras expresan todo. ¡Es más! Creo que todo esto es la prueba evidente de cómo realmente aprenden nuestros hijos: Tus hijos hacen lo que tú haces, no lo que dices. Honestamente, la mejor forma de evaluar y conocer a nuestros hijos es viendo lo que hacen. 

Los hijos observan como respondemos a cada situación, como manejamos las crisis, si hacemos lo correcto o no, y mentalmente están tomando nota de muchas otras cosas que ven en nosotros. Nuestros hijos y nuestros alumnos nos aman tanto que quieren ser como nosotros. Por eso es importante evaluar qué tipo de ejemplo estamos siendo para ellos.

Creo que de vez en cuando Dios nos da un ejemplo perfecto de este principio. Este año tengo una de las abuelitas más fieles en mi salón porque siempre está ayudando. Ella es el ejemplo perfecto. Su pequeño nieto es especial en muchas formas. Ella lo trae, y desde que su nieto tiene tres años, se queda con él desde la primera hora todos los días.

Incluso teniendo 74 años la puedes encontrar todos los días ayudando a los niños con sus loncheras y botellas de jugos. Me sorprende su esmero y fidelidad al verla todos los días llegar sin importar si hace frío o calor. Como hábito, todos los días, ella reúne todas las loncheras y abrigos cuando los niños llegan, y luego al final del día se los da. Ella es una excepción de una en un millón y un testimonio vivo de ayuda devota. 

Hace poco, nos sorprendimos al no verla en la escuela y nos enteramos que estaba hospitalizada por algunos días. Todos la extrañamos y su nieto estaba muy triste. Al verlo así sentía que mi corazón se rompía, pero el día pasaba y teníamos que seguir las clases con normalidad. 

Después de unas horas sonó el timbre que indicaba que los niños debían entrar al aula, pero no podía encontrar al nieto de la abuelita por ningún lado. Lo busqué por todas partes y nada. Cuando al fin lo vi me acerqué a él. El niño estaba al final de la fila parado con las loncheras colgando de su pequeño cuerpo. 

¡Al verlo pude entender! Entendí que había estado ocupado siguiendo el ejemplo de su abuela. Así aprendí que nuestros niños hacen lo que nosotros hacemos – incluso cuando no estamos con ellos. 

Referencia: 1 Corintios 14:1