¿Misericordia o sacrificio?Muestra
«Un sistema de vida errado»
El legalismo como sistema de vida produce conceptos erróneos. Existen tres características que identifican tanto a los fariseos de la época de Jesús como a los contemporáneos. Evitan estar en contacto con los pecadores, concientizan a sus seguidores que la institución es más importante que las personas y reducen la comunión con Dios a un simple y superficial formulismo.
En cuanto al contacto con los pecadores, los fariseos desarrollaron por años la corriente filosófica que las tinieblas derrotan la luz, la suciedad contamina la limpieza, la muerte es más fuerte que la vida, el pecado arruina la justicia. Se han hecho tan expertos de lo exterior y rigurosos de guardar la ley, que perdieron de vista el objetivo; es decir, el espíritu de la ley.
Hoy, el legalismo no es otra cosa que fariseísmo moderno. Este patrón de pensamiento tergiversado, lleva a evitar estar relacionados con los pecadores. Quizás provenga de ese submundo seudoreligioso, en que lo arrebataron de la sociedad para incluirlo en un templo a cantar coros, mientras hay miles que marchan minuto a minuto hacia el infierno. Se niegan a reírse con ellos, porque considera que ni siquiera son dignos de esbozarles su sonrisa. O incluso, considera la posibilidad de cambiar de trabajo, pues está rodeado de pecadores. Necesita un lugar donde todos sean creyentes. ¡Qué pensamiento tan bello y espiritual parece éste! El único problema, es que no es más que fariseísmo puro y legalismo religioso.
La pregunta es: ¿Cómo vamos a ganar a quienes todavía no conocen a Cristo? Nuestro idioma evangélico y religioso se limita a vocablos como: «Amén, gloria a Dios, bendito sea el Señor y aleluya». Nos sentimos tan incómodos entre la gente del mundo que ya no sabemos cómo expresarnos ni cómo comportarnos en su presencia. Jesús no tenía ningún tipo de prejuicio. Le agradaba estar entre el pueblo, con los pecadores, los enfermos, los quebrantados, las prostitutas, los ladrones. Estamos tan pendientes en evitar el mal, que tampoco hacemos el bien.
Lo que en verdad nos contamina es no conocer al Dios de la gracia. El Señor es el que nos ha colocado en el lugar donde nos encontramos. Somos luz, pero también somos la sal que este mundo necesita para no continuar corrompiéndose. Es una trasgresión a la gran comisión que Cristo nos encomendó. Debemos ser luz a las naciones, pues somos la luz del mundo y sal de la tierra.
La Palabra de Dios dice a través del apóstol Juan, en su primera carta: «…sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo». Necesita saber quién es en Cristo y dar testimonio de la obra que Dios ha hecho en usted.
Escrituras
Acerca de este Plan
Si observamos analíticamente la mayoría de las predicaciones de los últimos tiempos, concluiremos que están impregnadas de humanismo disfrazado de religiosidad. Los heraldos de este tipo de evangelio proclaman propuestas como: «Tienes que ser mejor», «tienes que intentar aún más, «tienes que estar más comprometido», «tienes que amar más profundamente», «tienes que ser bueno». El hijo de Dios recibe un mensaje con leyes sin verdadero poder, pero ¿es ese el mensaje que Dios tiene para sus hijos?
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Nos gustaría agradecer a Tommy Moya en convenio con El Centro Network por facilitarnos este plan. Para obtener más información, por favor visítenos en: http://www.transformadosencristo.com y www.elcentronetwork.com