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¿Misericordia o sacrificio?

DÍA 3 DE 7

«Fariseo vs legalista» 

Dos pasajes de la Escritura, nos ayudarán a diferenciar la misericordia del sacrificio y cómo opera la gracia en esto.  

 En el pasaje de Mateo 9:9-13, Jesús estaba sentado a la mesa con Mateo, un cobrador de impuestos. Quienes recaudaban los tributos públicos no eran bien vistos por el pueblo, pues  cobraban lo que no debían haciendo pagar a la gente más dinero del que realmente correspondía. Estaban los fariseos observando todo, no podían evitar hacer comentarios entre los discípulos de Jesús.  

Para los legalistas, asociarse con un impío significaba una tragedia, más aún resultaba inconcebible ver a Jesús comiendo de la misma mesa con publicanos y pecadores. Y aparece la respuesta inmediata del Señor, muestra cuál es la actitud que Dios quiere que tengamos hacia la vida: «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento».  

En Mateo 12:1-8  vemos otro suceso glorioso. Nuevamente los fariseos escandalizados, pues según sus leyes, los discípulos de Jesús no respetaban el día de reposo. A lo que el Maestro, refiriéndose al libro del profeta Oseas 6:6, les dijo: «Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenarías a los inocentes; porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo». 

El término «sacrificio» es bien conocido por todas las religiones del mundo. Apela al holocausto, muerte, ofrenda y abnegación. Tiene un amplio espectro: desde carbonizar niños como ofrenda para aplacar la furia de algún dios, hasta inmolarse con bombas en nombre de Alá, asesinando así una comunidad completa, un autobús con personas, líderes políticos, etc. La idea implícita que representa ese sacrificio es que si hacemos algo, solo entonces Dios se moverá a nuestro favor.  

La realidad es que Dios mismo trajo este concepto de consagración y ofrenda cuando hizo sacrificar un cordero en expiación y remisión por los pecados de los hombres. En este acto de oblación ofrecemos algo que nos pertenece por otra cosa aún más importante y valiosa. Ésta era la práctica conocida en los tiempos bíblicos; y exigía derramamiento de sangre. De ahí que las ofrendas fueran siempre de seres vivos.

Pero cuando entendemos el concepto de sacrificio en los parámetros del nuevo pacto a través de Jesucristo, ninguno de nosotros puede entregar una ofrenda verdadera. Dios es el único dueño absoluto de todas las cosas. Cada uno de nosotros somos mayordomos de lo que Él en su gracia y amor nos confía. Por eso, nuestro sacrificio siempre será incompleto. ¿O acaso alguno de nosotros sopló aliento de vida a su cuerpo? Lo que podemos ofrecer es el resultado de lo que Dios primero nos concedió.  

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Acerca de este Plan

¿Misericordia o sacrificio?

Si observamos analíticamente la mayoría de las predicaciones de los últimos tiempos, concluiremos que están impregnadas de humanismo disfrazado de religiosidad. Los heraldos de este tipo de evangelio proclaman propuestas como: «Tienes que ser mejor», «tienes que intentar aún más, «tienes que estar más comprometido», «tienes que amar más profundamente», «tienes que ser bueno». El hijo de Dios recibe un mensaje con leyes sin verdadero poder, pero ¿es ese el mensaje que Dios tiene para sus hijos?

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Nos gustaría agradecer a Tommy Moya en convenio con El Centro Network por facilitarnos este plan. Para obtener más información, por favor visítenos en: http://www.transformadosencristo.com y www.elcentronetwork.com