Cara a Cara Con Jesús - Una Meditación Para La CuaresmaMuestra

Jonás era un hombre muy parecido a todos nosotros. Escuchó la Palabra de Dios y corrió en dirección contraria. Su misión le parecía demasiado complicada y pensó que podría huir de Dios. ¡Qué chiste! David escribe en el Salmo 139, versículos 7 a 12, que nunca podremos escapar de Dios. De alguna manera, el poder y la fuerza de Dios vuelven a encarrilar a Jonás, que finalmente ve la salvación de Nínive. Sin embargo, pierde el punto de vista al despotricar sobre la gracia y la bondad de Dios hacia una nación malvada, olvidando cuánta gracia se le mostró a él.

Cuántas veces hemos mirado a otra persona y la hemos descartado en nombre de Dios. Suponemos que su pecado es demasiado grande, su vida demasiado vil o sus decisiones demasiado pobres para que Dios intervenga y cambie las cosas. Olvidamos lo misericordioso que ha sido Dios con nosotros al perdonarnos nuestros innumerables pecados y defectos. Hemos negado la gracia, la misericordia y la bondad a quienes más lo necesitaban. En Jesús, la gracia nos fue dada cuando pusimos nuestra fe y confianza en Él. No la ganamos ni la merecimos. Fue un don gratuito, un don que debemos ofrecer a los demás tantas veces como podamos.

Hazte las siguientes preguntas:

¿He olvidado cómo Dios me salvó de mí mismo?

¿A quién he negado la gracia y la misericordia?

¿Puedo arrepentirme de ello y empezar a amar y aceptar a la gente de nuevo?