Hijos de consolación

En aquellos tiempos, el no poder tener hijos, era algo vergonzante y doloroso para la mujer; y sinónimo de fracaso. El nacimiento de Isaac trajo a Sara el consuelo necesario y quitó la vergüenza. Y de eso trata ser hijos de la promesa: los que consuelan y fortalecen a otros.

El nombre Isaac significa «el que hace reír», anunciar gozo en lugar de luto y traer esperanza al que no tiene. Nuestra tarea no es conectar a las personas con la oscuridad de su pasado, sino a la luz que hay en su futuro: ¡Jesús!

Las Escrituras hablan del Espíritu Santo como el «paracleto», un abogado o maestro. Sin embargo, la traducción mas frecuente es “Consolador”. Porque hemos recibido el Espíritu de consolación para ser consolados y consolar.

Personalmente creo que muchas de las conquistas que el pueblo de Dios llevará adelante, en el poder del Espíritu, se lograrán por medio de la consolación: fortalecer al débil, levantar al caído, compartir el pan con el hambriento, llorar con los que lloran.

Existe un persona en Hechos, el Apóstol Bernabé –que significa «Hijo de consolación»– que al inicio de la vida cristiana del Apóstol Pablo, cuando todos dudaban y le temían, lo tomó a su cargo y lo acompañó. Es entonces que imagino a Pablo hablando con Bernabé sobre el dolor y la vergüenza que le provocaba haber arrastrado a cientos de hermanos cristianos, haberlos llevado al calabozo y a algunos a la muerte, como con Esteban. Y luego me imagino a Bernabé escuchando, consolando y fortaleciendolo; recordándole cuál era su llamado y liberando el perdón de Dios sobre su vida. Así imagino a Bernabé junto a Pablo, como un hijo de consolación para a sanar a su amigo.

¡Seamos los Bernabés para aquellos Pablos que nos rodean! ¡Conquistemos consolando! Esto es parte de establecer el reino de los cielos en la tierra.