La revelación de Dios como nuestro «Abba»

Solo por el Espíritu de Dios podemos clamar: «¡Abba, Padre!». Considerar a Dios como nuestro Abba depende de una obra que el Espíritu debe realizar en nuestras vidas, y no de nosotros. El Espíritu le da testimonio a nuestro espíritu sobre de nuestra identidad, y nos impulsa a clamar «¡Abba Padre!».

Que el Espíritu brinde testimonio a nuestro espíritu significa que no solo lo dice sino que lo demuestra. Un testimonio sirve para demostrar la veracidad o la falsedad de un hecho. El Espíritu de Dios viene a demostrar a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Eso es lo que llamamos revelación.

El término «Abba» proviene de la lengua aramea, y su significado es «Papá». El vocablo «Ab» equivale a «Fuente» y a «Padre», entendido como una «Fuente constante de vida». Por eso, las promesas del Padre son: «Yo siempre estaré contigo» y «Nunca te dejaré». Jesús mismo dice al Padre: «Tú siempre me escuchas». El Padre tiene como característica ser constante.

La revelación de Dios como nuestro Abba es aquello que abre nuestros ojos espirituales y nos permite ver y disfrutar a Dios como algo cercano, que siempre está, que nos sostiene, nos ama, que siempre nos consuela y presta atención.

Debemos estar seguros frente a esta gran verdad. Dejemos caer las dudas y temores frente a la luz de semejante revelación. Jesús siempre supo que el Creador de todo era Su Abba y nos demostró que podemos clamar de la misma manera que Él lo hizo: «¡Abba, Padre!».