El poder de la complacencia

Mientras realizaba mis estudios en psicología aprendí que, para trabajar con niños en el consultorio, es importante tener entrevistas iniciales con sus padres. Uno de los motivos más relevantes es poder rastrear la historia «desiderativa» de esos ellos hacia su hijo. El desafío es reconstruir «el deseo de esos padres por su hijo». Por eso, se comienza preguntando si el pequeño paciente fue deseado o no, y cuál fue la primera reacción de ambos frente a la noticia del embarazo, cómo fue el primer encuentro entre el bebé y el pecho de su madre, qué sensaciones tuvo la madre en ese momento de amamantamiento. En psicología se entiende que el deseo de los padres respecto a ese niño o niña está directamente ligado con su futura identidad, sumado al trato que esos papás le han propiciado a lo largo de sus cortos años.

Sin embargo, en la intimidad con Dios comprendí que antes que el deseo de los hombres estaba el deseo de Dios. Porque el primer deseo con el que fuimos marcadas en nuestras vidas fue el deseo de nuestro Padre Celestial. Porque cuando nadie sospechaba que estábamos en el vientre materno Dios ya nos había visto desde la eternidad, y había celebrado nuestro primer latido.

Dios no es solamente un Padre constante, sino que también nos desea desde el momento en que nuestro corazón late por primera vez. Su deseo acerca de nosotros rompe con la maldición del rechazo y el abandono, y establece en nuestro espíritu el poder de la «complacencia». Dios nos mira con placer y deleite.

Si el gozo del Señor es nuestra fuerza, ¡cuánto más la complacencia del Padre puede producir en nuestras vidas si nos tornamos conscientes de ella! Fuimos llamados a anunciar Buenas Noticias y a declarar gozo y alegría en lugar de luto y tristeza. Por ese motivo, te invito a dejar de llorar por el hecho de que tus padres te impartieron un espíritu de rechazo o abandono en el momento de tu concepción, y a alegrarte porque el Padre te desea desde el principio. Y Su deseo es más fuerte y poderoso que el cualquier ser humano porque viene desde la eternidad.