Cumplidores ≠ Enamorados

Una de las grandes diferencias entre los esclavos y los hijos es que los primeros son excelentes «cumplidores» y los segundos actúan por amor.

Cierta vez, conversando con un hombre judío que practicaba su fe desde hacía muchos años, me comentó sobre unas personas muy devotas al judaísmo. Al hablar de ellas me dijo:«Son muy cumplidores». Las personas eran identificadas como referentes en la comunidad de fe a la que pertenecían, por ser cumplidoras de los preceptos, pero no por ser personas que amaban a Dios o a sus hermanos. El amor no era la «vara de medida» para establecer la piedad de las personas, sino la obediencia a los preceptos.

Nunca olvidemos que, cuando funcionamos con una mentalidad esclava, somos impulsados a transformarnos en «cumplidores», y así pretendemos ser merecedores del amor y la aprobación de Dios. Pero la mentalidad de hijos tiene la seguridad del amor que Dios tiene por nosotros, y ese amor profundo es la fuerza que nos mueve a la obediencia.

Nada podremos hacer para que el Padre nos ame en mayor medida. Su amor es inagotable, y nada ni nadie podrá separarnos de Su amor. Y, si buscamos ganar Su amor, estamos haciendo lo incorrecto. El Padre nos ama profundamente, y es sobre la base de ese amor que debemos construir y edificar nuestras vida. La obediencia brota de un corazón que ama y conduce a grandes cosas. Pero la obediencia que brota del temor nos conduce al dolor.

Cuando nos volvemos de mentalidad esclava, muchas veces, es la consecuencia de habernos desenamorado de Dios. Es muy fácil pasar tiempo y hacer Su voluntad cuando estamos enamorados, pero se torna pesado cuando es motivado por la obligación. ¡Volvamos día a día al primer amor! Cambiemos nuestra mentalidad y recuperemos nuestra amor al Señor.