Somos hijos de la gracia

Podemos ver que la gracia del Señor actúa a nuestro favor desde el comienzo de nuestra vida cristiana. Por gracia somos salvos, y la sola fe en Jesucristo nos permite ser libres del pecado y acercarnos a Dios Padre con confianza. Jesús es el camino, la verdad y la vida.

Uno de los temas más bellos y difíciles de aceptar, es que la gracia no solo está presente al inicio de la vida cristiana sino a lo largo de ella. No hay manera de producer, por nuestros propios medios y esfuerzo, la vida que a Dios le agrada. Por eso recibimos «gracia sobre gracia», porque nunca cesa en nuestro diario caminar.

Cuando buscamos producir lo que solo el Espíritu puede hacer, terminamos frustrados, con desánimo o el peor caso: con orgullo –pensando que aquello que logramos depende de nuestras propias fuerzas y voluntad. Por eso, los hijos de la promesa, no debiéramos perder de vista el Evangelio de la gracia. Isaac no fue el resultado del esfuerzo o del deseo humano, ni el resultado de merecimientos al esfuerzo. Fue una expresión de su bondad y gracia de parte de Dios.

Pablo nos recuerda que la «gracia de Dios» no solo es perdón y misericordia, sino también poder que opera en nosotros, que nos transforma y mueve a la acción.

¡Es tiempo de reconocer que solo el Espíritu puede producir en nosotros un cambio de naturaleza! No es nuestro esfuerzo, ni nuestras ganas de hacerlo. Recuperemos y disfrutemos la comunión con el Espíritu Santo, recordando que uno de sus nombres es«Espíritu de gracia» (Zacarías 12:10 LBLA).