Inmune Al Temor – Semana 3Muestra

La hormiga y el elefante

Los hijos de Dios deberían ser audaces. Veamos, por ejemplo, a los padres de Moisés:

“Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey” (Hebreos 11:23).

Piense en lo que eso implicaba. El estado egipcio, con el faraón a la cabeza, hizo que fuera ilegal quedarse con un bebé hebreo varón. Por ley, aquellos hijos debían ser asesinados al nacer. El pánico y el horror de los hebreos debieron de ser palpables mientras los soldados recorrían la ciudad para llevar a cabo esta orden asesina. ¡Debió de haber mucho terror y duelo!

Entonces nació Moisés. Sus padres miraron a su adorable hijo y supieron inmediatamente que no podían matarlo, y nunca permitirían que otros lo hicieran. Decidieron desafiar la ley y esconder al bebé. “Por la fe … sus padres… no temieron”. Había oficiales de la ley por los alrededores, y sus pasos se escuchaban cuando se detenían ante la puerta de su casa, ¡queriendo matarlo! ¿Quién no temblaría de miedo sabiendo que unos hombres armados, listos para matar a su bebé, esperaban afuera? Pero ellos “no temieron”. ¿Por qué no? ¿Acaso no eran normales o no tenían sentimientos? No, eran muy buenos padres. Había una única razón por la que no temblaron o entraron en pánico: ¡habían puesto su fe en el Dios Todopoderoso! Es cierto, la situación era imposible y su fe parecía ingenua y ridícula; sin embargo, la situación era exactamente como a Dios le gusta: “Porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37).

Cuando las cosas son imposibles, la fe es la respuesta. La fe no solo sirve para lo posible; eso no es fe. El recurso más poderoso del universo es el brazo de Dios. Algunas personas solamente pueden creer en Dios cuando se trata de algo “razonable”, algo que se puede manejar. Sin embargo, Pablo escribió: “Porque… nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne” (Filipenses 3:3); es decir, en nuestras propias estrategias.

Me encanta ilustrar la fe en un Dios grande con la alegre historia africana del elefante y la hormiga. Un elefante cruzó un puente colgante y una pequeña hormiga iba sentada sobre él, justo detrás de la grandísima oreja del animal. El puente se movía mientras cruzaban y, cuando estuvieron a salvo al otro lado, la hormiga le dijo al elefante: “¡Vaya! Hicimos que ese puente se balanceara mucho ¿no es cierto?”. Esta es la relación que tenemos con Dios cuando descansamos en Él: ¡Él nos carga!

“Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré” (Isaías 46:4).

Él hace que el puente se balancee. Él va, con todo Su peso, detrás de nosotros y a nuestro lado. Él construye la casa de usted, su iglesia y su negocio. ¡Él le sana, le protege y le lleva en brazos! ¡El Señor siempre le guiará en triunfo! En Él, nos damos cuenta de que lo imposible es posible. ¡Aleluya!