BUSCA LA SABIDURÍA PARA NO PERDER EL PRIMER AMOR

Cuando las personas tenemos el privilegio de tener un techo debajo del cuál dormir y comida cuando sea que queramos, nos volvemos quisquillosos. Podemos decidir qué queremos comer y qué no y cuándo. Contrario a muchas personas que no tienen el mismo privilegio y entonces terminan durmiendo donde pueden, vistiendo lo que pueden y comiendo lo que sea que encuentren. Su necesidad los lleva a ver el alimento que puedan obtener como aquello que sin importar qué sea, va a saciar su hambre. Aunque el proverbio de hoy menciona el comer en un contexto natural, el contexto espiritual que podemos encontrar en él es impresionante.

¿Recuerdas el día que conociste a Jesús? ¿Cuál era el estado de tu vida antes de conocerlo? ¿Qué cambió en ti cuando entendiste Su amor y misericordia? Ese primer encuentro con Dios es el momento más increíble en la vida de una persona. De repente pasa de una vida vacía, de dificultad y de desesperanza a conocer el amor más grande y a aquel que estuvo dispuesto a entregar todo por él/ella aún antes de nacer. Todo lo que tiene que ver con Dios es increíble a sus ojos. Esto en muchas ocasiones se va perdiendo con el tiempo y es lo que llamamos perder el primer amor. A veces nos acostumbramos tanto a lo que recibimos de Dios, que dejamos de maravillarnos de lo que Él hizo por nosotros y que nos sigue entregando todos los días.

La historia bíblica que encontramos en Lucas retrata lo que Proverbios intenta decirnos. Los fariseos eran personas que conocían la ley de Dios y buscaban cumplirla al pie de la letra, llegando al punto de imponerla sobre otros y esperar que todos la cumplieran de la misma forma. Constantemente veían el pecado en otras personas y buscaban condenarlos por ello. Esto iba en contra de la misericordia y el perdón de Jesús. El fariseo decide invitar a Jesús a su casa, pero como podemos leer, no muestra la reverencia que se merecía la presencia de Jesús como el hijo de Dios. Imagina que puedes invitar a Jesús a tu casa y platicar y comer juntos. ¿Cómo actuarías tú? Mientras estaba en la casa, una mujer que todos conocían como pecadora, se acerca a Jesús y lava sus pies con perfume. Hizo esto como una muestra de arrepentimiento ante la santidad y el amor de Jesús. Tal vez no tenía una casa a la cuál invitarlo y mucho menos se habría sentido con el derecho de hacerlo conociendo su pecado, pero en vez de eso decidió entregarle lo más valioso que tenía y rendirse a sus pies.

Tenemos que vivir cada día de nuestras vidas con la misma pasión que el día que conocimos a Jesús. Él está con nosotros todos los días. Ya no es solo poder invitarlo a nuestros hogares como una visita, Él se queda y habita con nosotros si se lo pedimos. Pero hazte esta pregunta: ¿Te has acostumbrado tanto al dulce que es el amor, la misericordia, la gracia, el perdón y cada uno de los atributos maravillosos de Dios que ya no vives hambriento de Él? Nos acostumbramos tanto a Su presencia que llega un momento en que ya ni siquiera la notamos. Creemos que lo hemos conocido lo suficiente y entonces dejamos de buscarlo. Todo lo que Jesús hizo por nosotros nos es tan familiar, que deja de quebrantarnos cada vez que lo escuchamos.

Lo más increíble de Dios es que nunca nada de lo que viene de Él es amargo. Todos los días nos entrega los manjares más dulces y nosotros tenemos que vivir hambrientos para recibir ese manjar que Dios tiene para darnos. No dejemos de estar hambrientos por Su presencia. No dejemos de maravillarnos por quién es Él y todo lo que nos ha entregado y sigue teniendo disponible para nuestras vidas. Vivamos nuestras vidas hambrientos de Su dulce amor.