La Incómoda Solución Para Prácticamente TodoMuestra

Parábola del hijo perdido

Quizás es una de las parábolas más conocidas, dónde se nos revela el corazón de Dios. Un corazón lleno de amor, gracia y misericordia por Su creación y totalmente opuesto a una imagen aterradora de un Dios, irascible y castigador que por mucho tiempo se transmitió. Pero para que podamos entender la gracia perdonadora del Padre, debemos primero ver Su gracia inicial en el relato, al ver como le da al hijo el poder tomar sus propias decisiones. Este padre puede decidir amar, pero no que lo amen. El amor ofrecido no siempre es correspondido. Cuando el hijo se da cuenta de que fue equivocada su decisión de vivir en esa aparente libertad, decide volver. Jesús describe este momento como algo que nos debe ser familiar cuando en medio del resultado de nuestras malas decisiones despertamos del letargo de vivir por nuestra cuenta y nos arrepentimos. Como resultado de su arrepentimiento, hace cambios, él se levanta y se encamina a casa. Estando cerca de su casa, su padre lo ve y corre hacia él. No espera a que él venga y se arrodille y pida perdón. Es tan grande la alegría del Padre, que se apresura a su encuentro. Aunque el hijo ha pecado grandemente y se ha alejado de la voluntad de su padre, él nunca estuvo separado del amor de su padre. El amor del padre muestra una gracia sorprendente; la celebración muestra una gracia abundante.

El hermano mayor, también tiene algo que enseñarnos. No entiende la gracia demostrada hacia su hermano menor y se enoja. Él está acostumbrado a depender de su propio desempeño externo para ganarse el favor de su padre. Y, en verdad que lo estaba haciendo, pero el amor del padre va más allá de la recompensa merecida para mostrar la gracia inmerecida. Evidentemente, el hermano mayor no entendía la gracia de su padre, no la comprendía. Ambos hermanos son amados. El hermano mayor piensa que porque él ha sido bueno y ha servido, se merece el favor de su padre, que su padre le debe como resultado de sus méritos. El hijo menor había despilfarrado todo lo que recibió de su padre. El amor y la gracia de Dios triunfan por encima del desempeño humano, ya sea este bueno o malo. Su gracia no depende de nosotros.