La Incómoda Solución Para Prácticamente TodoMuestra

Jesús sana a un paralítico

Las multitudes buscaban a Jesús, los enfermos, los endemoniados, los marginados y el pueblo en general. En esta ocasión le traen un paralítico. Marcos y Lucas en sus Evangelios mencionan que cuatro personas llevaron al paralítico y que a causa de la multitud no podían acercarse a Jesús, por esa razón los amigos hicieron una abertura en el techo y lo bajaron para ponerlo delante del Señor. Estos cuatro hombres no se quedaron quietos ante la dificultad, buscaron la forma de llegar hasta Jesús. Se puede ver no solo la fe del enfermo, sino la de sus amigos que fueron capaces de hacer semejante maniobra. Al ver Jesús la fe del paralítico le dijo: ¡Ánimo, hijo; tus pecados quedan perdonados! Lo llama hijo, lo anima y lo perdona.

Podemos detenernos a pensar en la fe de los amigos que hizo posible que hicieran lo que hicieron, pensar en la fe del paralítico descolgado desde el techo, o por otro lado reflexionar en cómo los religiosos, quienes conocían la ley de Dios, los poseedores de la verdad, estaban tan lejos de la gracia y la misericordia de Dios. Jesús extiende gracia a un necesitado que probablemente no merecía nada y cuestiona los malos pensamientos y la murmuración de las autoridades religiosas, mientras el pueblo celebra y glorifica a Dios por un momento milagroso como este. Jesús atendió no solo la necesidad más sentida del enfermo, sino que atendió una necesidad más profunda, el perdón de sus pecados. Esto escandalizó a los líderes religiosos porque solo Dios perdona pecados. Jesús tiene poder y autoridad para perdonar y sanar. Él es Dios, y sigue perdonando y sigue sanando.

Jesús hoy quiere seguir atendiendo nuestras necesidades urgentes y sentidas, pero por sobre todo quiere atender una necesidad trascendente como lo es el perdón de pecado, la salvación y la vida eterna. De igual manera debemos vencer todo obstáculo que nos impide acercarnos a Jesús, como lo hizo el paralítico y sus amigos, hacerlo por fe, creyendo en Jesús, para que Él nos perdone y se haga cargo de nuestra necesidad y nuestro dolor, no por nuestros méritos, sino porque a Él le place hacerlo por solo gracia y amor.

Acerquémonos a Jesús, aprendamos de Él, sigamos Sus pisadas y cuidemos el corazón para no caer en la religiosidad, la murmuración o los malos pensamientos como los religiosos de aquella época.