EmocionesEjemplo
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¿Dónde llevar mis emociones?
La historia de Ana nos muestra lo que en alguna etapa de nuestra vida hemos vivido. Al igual que ella, ocasión tras ocasión, hemos estado inmersos en un ciclo de dolor que nos lleva a descuidar nuestra salud, nuestro cuerpo y nos acarrea frustración y desesperanza.
¿Cuántas veces te has sentido como Ana, infeliz, enojado o frustrado por alguna situación que te parece injusta, que no es lo que esperabas? Yo me he sentido de esa manera más de una vez y he pensado que mi dolor no importaba y que debía lidiar con él por mi cuenta.
Por mucho tiempo Ana no tuvo hijos, lo que en tiempos antiguos era devastador para una mujer. Sufría desprecio por su esterilidad. Cada año, en el tiempo de ir a ofrecer sacrificio con su esposo era cuando más evidente se hacía su sufrimiento.
Ana había entrado en un ciclo de dolor que se repetía cada año. Cada vez que subían al templo, sentía el desprecio de Penina (la otra esposa de Elcana) y ella terminaba enojada, llorando y dejando de comer. Esto sucedía una y otra vez. Ana había establecido un patrón de comportamiento; sus emociones (enojo, tristeza, frustración) la llevaban a conductas autodestructivas.
La historia da un giro el día que Ana hace algo diferente, cuando rompe el patrón que venía desarrollando año tras año. Esta vez decide hacer algo más. Esta vez acude a alguien: fue delante de la presencia de Dios y derramó su alma. Expresó delante de Dios su angustia, sacó toda la amargura que llevaba adentro por años, lloró abundantemente delante de Él, le contó a Dios la razón de su angustia y le pidió intervenir en el problema.
Dios escuchó su clamor y, a través de Elí, le envía un mensaje de paz, tranquilidad y confianza que generó en ella una actitud distinta. Ana ahora reacciona de otra manera. Las circunstancias no cambiaron, pero ella cambia al estar en la presencia de Dios y expresar sus emociones.
Esta historia nos da una nueva perspectiva ante las emociones que nos desbordan: aprendemos que la presencia de Dios es el lugar correcto a donde llevar nuestras emociones, especialmente las difíciles. Derramar mi alma delante de Él, llorar en su presencia, llevar mi causa delante de Él, sean quejas, frustraciones, miedos, lo cambia todo.
Cuán transformador es saber que Dios no se asusta de mis emociones, que Él las entiende tan bien que me recibe con brazos abiertos, que me acaricia con su paz, toma mis cargas, preocupaciones, frustraciones, toma mi enojo y no me juzga. A cambio, Él me da paz y gozo, transforma aquello que me agobiaba en una nueva manera de ver las circunstancias. En su presencia, soy transformada y libre para expresarme.
Hoy, este Padre amoroso te invita a ir delante de su presencia a derramar tu alma, a llevar delante de su trono cada emoción, cada angustia y preocupación.
¿Responderás a esta invitación?
¡Él te está esperando!
Escrituras
Acerca de este Plan
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Alegría. Tristeza. Ira. Compasión. Dios nos ha dado a cada uno de nosotros la capacidad de sentir profundamente. Y cuando podamos procesar mejor nuestras poderosas emociones, podremos comenzar a comprender cómo Él las usará para bien.
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Nos gustaría agradecer a Jazôn por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://www.jazon.info/