Creciendo en Estatura, Gracia Y Sabiduría Muestra

El apresuramiento en las palabras se da fácilmente, sobre todo cuando nuestros adolescentes abren el telón en la parte que se consideran a ellos mismos como adultos, o cuando se encaprichan. Y sé que en la práctica resulta a veces complicado enfrentar estos momentos de acuerdo al consejo de la Palabra de Dios. Sin embargo, en medio de toda imperfección, necesitamos dar lugar a la obra del Señor tanto en nuestras vidas como en la de nuestros hijos.

A diario debemos someter al control de Dios nuestra mente y corazón, y procurar que nuestras palabras hacia nuestros chicos vayan sazonadas con amor, respeto y compasión, pues así como necesitan una disciplina adecuada también necesitan palabras de ánimo, palabras de bendición.

Al igual que una expresión hiriente de nuestra parte puede dañar profundamente sus corazones (lo cual debemos evitar), también palabras pronunciadas para su bendición pueden elevarlos tan alto o lanzarlos tan lejos como no podemos imaginar. ¿De quién más podrían esperar nuestros hijos lo mejor? No permitamos que nuestros problemas de cualquier índole, empañen o destruyan las relaciones con nuestros hijos.

Anima a tus chicos, diles a diario cuánto los amas, lo importante y valiosos que son para ti y ¡ya no se diga para Dios! Habla con ellos de sus sueños y hazlos que tengan fe y empiecen a trabajar por alcanzarlos. ¡Profundiza con ellos sobre los planes maravillosos que Dios tiene para sus vidas! Que sueñen alto, con los pies siempre en tierra; que crean en que Dios puede hacer cosas grandes, con un corazón siempre humilde; que aunque lleguen a la “Casa Blanca”, no olviden su cuna; que aunque crezcan y se vayan del hogar, ¡siempre vuelvan para recostarse sobre tu regazo!

¡Qué el Señor te dé la vida, las fuerzas, la salud y la sabiduría para bendecir a tus hijos todos los días! Recuerda que no estás solo en este asunto, ¡Él está contigo!