Creciendo en Estatura, Gracia Y Sabiduría Muestra

Sin duda alguna, la adolescencia es un tiempo con cambios hormonales, con una emotividad que en un momento llega a las alturas y en otro está por los suelos. Y también es una época preciosa donde contemplamos a nuestros hijos volverse unos guapos jovencitos y a nuestras hijas, unas bellas señoritas. Los vemos llenos de sueños y de planes con todo el impulso para enfrentar al mundo; así como a veces con tristezas y frustraciones, que lo único que quieren es aislarse. ¡Todo es parte de este maravilloso paquete!

En lo personal, claro que me he enojado con mis hijos por alguna conducta inadecuada, pero reconozco que también he fallado haciéndolos enojar por no comprender el momento o la situación por la que pudieran haber estado pasando. Y la manera en que he podido salir de allí y no atascarme, es rebobinar. En otras palabras, meditar y orar para poder seguir; como también reconocer y pedirles perdón cuando he cometido un error.

De lo contrario, fácilmente entramos en un conflicto sin fin, que no se aprovecha para nada. Nos desgastamos nosotros mentalmente y se desgastan ellos. Y en este punto, también es importante aprender a darles a ellos su espacio, su tiempo; ya que seguido acontece que invadimos su espacio queriendo que nos obedezcan, cuando lo que lograremos es una conducta de rebeldía o rechazo.

Lo anterior no indica ausencia de disciplina, todo lo contrario, es un balance del momento y la actitud con los que tratamos con ellos. El cuándo y el cómo son importantes. No nos apresuremos, más bien consideremos la disciplina que aplicaremos para conquistar su voluntad sin dañar su espíritu. Recordemos que todo exceso daña, la disciplina no se trata ni de consentir malos comportamientos pero tampoco de destruir.

Ora para que el Espíritu Santo te brinde su ayuda para poder aplicar la disciplina adecuada y en el momento adecuado. Ora para cuidar tus emociones y las de tus hijos.