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Decido perdonarme a mí mismo

¿Alguna vez has sentido culpa por algo que pasó? 

Hace años tuve un accidente en la moto y me fracturé la mano en dos partes. Estábamos en la cena de Acción de Gracias en casa de mis papás, y aunque mi esposa me dijo que no me regresara en la noche, lo hice. Y en el regreso, no vi un bache que había en la calle y cuando quise enderezar la moto, no pude y se deslizó para un lado y salí volando. La moto estaba descompuesta y mi muñeca quebrada. 

Ese accidente fue mi culpa, mi esposa me había dicho que no me fuera tan de noche, fue una irresponsabilidad mía. Puse en riesgo mi vida, a mi familia y destruí mi moto.

A veces no podemos dejar de echarnos la culpa porque tuvimos una pérdida que no hemos podido sanar. Sin embargo, para poder avanzar y sanar tenemos que perdonarnos a nosotros mismos. 

Cuando no tienes la afirmación emocional que el evangelio da, no tienes la fuerza para perdonarte porque te posicionas en un lugar de “necesidad” y no te sientes lo suficientemente amado o valorado por Dios para saber que esa necesidad de perdón Dios puede y está dispuesto a suplirla.

En la Biblia, existen muchos mandamientos que hablan de perdonar a los que nos ofenden y de dejar de juzgar a otros, sin embargo, no solo aplican para ellos, también tengo que aplicarlos para mí mismo. Así como tengo que amar a mi prójimo, tengo que amarme a mí.

Para empezar a perdonarnos, tenemos que reconocer y confesar nuestra culpa a Jesús. Como leímos en Romanos e Isaías, todos hemos fallado, pero Jesús vino a perdonarnos. En el momento en que tú confiesas tu pecado, Jesús te perdona. Cuando te sabes perdonado por Jesús, puedes perdonarte a ti mismo.

Oración:

Jesús, hoy decido perdonarme a mí mismo, así como tú me has perdonado. Gracias por morir en la cruz por mí y por todas mis fallas. Gracias por tu perdón tan inmerecido. Ayúdame a no volver a sentirme juzgado. Gracias por sustituir mi culpabilidad por libertad. En el nombre de Jesús, amén.