El Padre NuestroMuestra
Propósito
Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
Hay dos grandes interrogantes en la vida. La primera es personal: Para qué estoy aquí? La segunda es universal: ¿Hacia dónde va el mundo? Son preguntas muy importantes. Muchas personas han llegado a la triste y renuente conclusión de que la vida y el universo no tienen sentido. Y creer que la existencia no tiene sentido es extremadamente pesaroso; es una idea que socava cualquier impulso o determinación. Lo mejor que se puede hacer es encontrar la manera de pasar el tiempo de la forma más agradable posible.
Esta cláusula del Padre Nuestro niega toda esta idea de falta de sentido y, en su lugar, ofrece un propósito tanto para nosotros como para el mundo. Jesús se refiere aquí al reino, y es valioso señalar que el reino de Dios y el reino de los cielos son lo mismo. Muchos lectores de la Biblia se sienten desconcertados en este punto porque hay relativamente pocas referencias al reino en el Antiguo Testamento y no muchas más en las páginas de Mateo, Marcos y Lucas. Sin embargo, la realidad es que, aunque el Antiguo Testamento habla poco del reino, habla muchísimo del Rey. Allí Dios es el Rey de todo el mundo; el problema de la raza humana es que los seres humanos desprecian su gobierno, estamos en rebelión contra el Rey y su reino.
El Nuevo Testamento recoge estas ideas y deja claro que ahora, con la llegada de Jesús, el reino se ha hecho accesible a todos. El reino está en cualquier lugar -y en toda vida- que esté bajo la autoridad de Jesús; en todo lugar donde se acepta el gobierno de Dios en la vida de hombres y mujeres. Estar en el reino es ser alguien o estar en algún lugar donde se acepta la autoridad de Dios y se hace su voluntad. Por el momento eso solo ocurre en el cielo, pero un día se nos promete que la rebelión de la raza humana terminará y la autoridad de Dios será obedecida en todo el universo.
Esta idea del reino es importante porque los seres humanos tendemos a pensar que existimos en una especie de territorio espiritualmente neutral en el que somos independientes. De hecho, la posición de la Biblia es que no hay neutralidad: Este mundo es un campo de batalla en el que los poderes del mal y el maligno (del que hablaremos más adelante) ejercen o pretenden ejercer, una autoridad suprema sobre todo. Cuando alguien pone su fe en Jesús y se convierte en cristiano, suceden muchas cosas; una extraordinariamente importante, es que cambia su lealtad de este mundo al glorioso reino de Dios.
Esta oración, por tanto, es para que el mal sea derrotado, para que un día -quizá antes de lo que pensamos- este mundo sea un lugar donde las únicas cosas que sucedan sean las buenas, correctas y alegres que Dios quiere que sucedan. El ruido discordante de nuestro mundo dará paso a la perfecta armonía del cielo.
Aunque siempre debemos tener presente el futuro de nuestro universo a largo plazo y anhelar ese gran día en que todo estará eternamente bien, debemos vivir al día hasta que eso suceda. Orar esta parte del Padre Nuestro significa que debemos tomar decisiones personalmente y emprender acciones para apoyar al Rey y al reino. Podemos orar a favor y en contra de las cosas. Por lo tanto, debemos orar por cosas que ayuden a aplicar los valores del reino: Por ejemplo, actos de bondad y misericordia y palabras de verdad y gracia. También podemos rezar contralas cosas que se oponen al reino de Dios: La codicia, el odio, la lujuria, etcétera. Por supuesto, no debemos ser incoherentes. No podemos rezar para que nuestros colegas o vecinos muestren los valores del Reino sin intentar vivirlos en nuestras propias vidas.
Orar esta parte del Padre Nuestro con su verdadero significado es mirar todo lo que hay en nuestras vidas y en nuestro mundo y decir sobre todo ello: "Señor, hazte cargo: ¡Permite que este mundo sea más como el cielo y nuestras vidas más celestiales!".
Acerca de este Plan
Acompaña a J.John en un estudio de ocho días sobre el Padre Nuestro, esa enseñanza impartida por Jesús, increíblemente profunda y útil respecto a cómo debemos orar.
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