El Padre NuestroMuestra
Alabanza
Santificado sea tu nombre
La mayoría de las frases del Padrenuestro son absolutamente sencillas, pero una que requiere reflexión es santificado sea tu nombre. Puede ser útil saber que en la Biblia hablar del nombre de alguien es referirse a todo lo que es y representa. En realidad, no estamos muy lejos de esto en español cuando decimos que alguien “arrastró mi nombre por el barro” o “tu nombre recibió muchos elogios en la reunión”.
Santificar el nombre de Dios es, en su forma más simple, honrar o alabar a Dios de tal manera que Él, y todo lo relacionado con Él, sea elevado por encima de todo lo que somos. Es recordarnos a nosotros mismos que Dios debe ser levantado y elevado por encima de todo lo demás. Necesitamos hacer esto porque hay una especie de “gravedad espiritual” suelta por el mundo que tiende a arrastrar todo hacia abajo, incluyendo a Dios. Este hundimiento de Dios puede ocurrir en todos los niveles. Por ejemplo, una persona podría afirmar con confianza que, debido a que estaba “haciendo la obra de Dios”, cualquier crítica hacia ella sería un ataque a Dios. De la misma manera que supongo que la mayoría de nosotros nos negaríamos a pisotear deliberadamente la bandera de nuestro país, debemos tener mucho cuidado al hacer o decir cualquier cosa que pueda manchar o contaminar el nombre de Dios. Se ha causado mucho daño al cristianismo por parte de personas que degradan el nombre de Dios al vincularlo a actividades cuestionables.
Es importante recordar que el Padrenuestro comienza enfocándose en el Señor mismo. En los Diez Mandamientos vemos que los primeros cuatro mandamientos tratan sobre cómo nos relacionamos con Dios y los seis restantes tratan sobre cómo nos relacionamos con los seres humanos. El Padrenuestro tiene un patrón similar y es otro recordatorio de que la verdadera oración debe centrarse en Dios y no en nosotros.
Orar exaltando a Dios en alabanza y honor es una excelente manera de comenzar, por varias razones:
- Alabar a Dios nos recuerda la realidad del universo. Estamos rodeados de autoridades y personas que se dicen dueños de todo lo que nos afecta. Alabar a Dios nos recuerda que, cualesquiera que sean las presiones que afrontemos, al final es solo Dios quien está a cargo.
- Alabar a Dios nos recuerda quién es Él y quiénes somos nosotros. Incluso si a través de Cristo podemos conocer a Dios como nuestro Padre perfecto; cuando venimos en oración a Dios nunca podemos sentarnos ante Él como iguales. La alabanza no solamente enaltece a Dios; al humillarnos nos coloca en el lugar que nos corresponde.
- Alabar a Dios nos permite tener el enfoque correcto. Alabar a nuestro Padre celestial al comienzo de nuestra oración es enfocarla en Dios. Es como orientar un mapa junto con la brújula para que apunte al verdadero norte. Nuestras personalidades y preocupaciones son tan poderosas que es muy fácil convertirnos en el centro de nuestras oraciones y distorsionar lo que decimos con el resultado de que nuestras oraciones se conviertan en listas de compras. Si no anclamos nuestra oración a la alabanza, siempre existirá el peligro de que lleguemos a ver a Dios como alguien que puede responder a nuestras necesidades. Creamos un ídolo en el que él es el gran médico sobrenatural, el banco celestial o el centro comercial "en el cielo" y un ser cuyo propósito no es más que simplemente curar nuestros males, aumentar nuestra riqueza o satisfacer todas nuestras necesidades.
- La alabanza nos recuerda quién es Dios. Muchos cristianos descuidan el Antiguo Testamento y esto es desafortunado porque es en esas páginas donde se sientan las bases de las ideas del Nuevo Testamento sobre quién es Dios realmente. En el Antiguo Testamento vemos a Dios como Pastor, Rey, Juez, Redentor, el Santo, etc. La alabanza basada en la Biblia nos da una idea más rica y profunda de quién es Dios.
- La alabanza eleva a Dios y lo exalta. La antigua regla de la escuela dominical es sabia y buena: " Dios pequeño, grandes problemas; Dios grande, problemas pequeños”. ¡La alabanza enaltece a Dios!
Acerca de este Plan
Acompaña a J.John en un estudio de ocho días sobre el Padre Nuestro, esa enseñanza impartida por Jesús, increíblemente profunda y útil respecto a cómo debemos orar.
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