30 días de salud emocionalMuestra

 A menudo, cuando mi situación está fuera de mi control o mi problema parece inmóvil, hablo con Dios. Es mi línea de defensa cuando estoy aterrorizada y no sé qué me depara el futuro. A mi me ayuda hablar con quien lo hace.

Mis oraciones no son complicadas, solo palabras simples cómo, Dios ayudame. Estoy asustada. Te necesito. Confío en que sabes lo que estás haciendo, aunque no tengo idea de lo que está pasando. Sé que me amas y siempre harás lo que sea mejor para mí, así que ruego que hagas tu voluntad. Amén.

A menudo, cuando mi situación está fuera de mi control o mi problema parece inmóvil, hablo con Dios. Es mi línea de defensa cuando estoy aterrorizada y no sé qué me depara el futuro. A mi me ayuda hablar con el que lo hace.

Cuando hablamos con Dios, nuestras palabras no tienen que ser perfectas ni intelectuales. Solo tienen que ser honestas, ya que humildemente entregamos nuestro temor a Dios para poder recibir Su paz a cambio.

Ese día en la oficina del optometrista, supe que las pruebas eran negativas. Mi niña pequeña viviría. Pero esos minutos de espera permanecen conmigo porque allí, en medio del miedo y cuando más la necesitaba, sentí la paz sobrenatural de Dios. Y me recuerdo que puedo superar mi ansiedad cuando no confio en mi propio fuerza, sino cuando confío en la presencia de Dios en mis tiempos aterradores.

El Salmo 147 nos dice que el poder y la sabiduría de Dios son insondables. Él lo ve todo, está a nuestro lado a través de todo, y es victorioso sobre todo. La próxima vez que aumenten tus temores, recuerda quién es Dios y ponte a descansar en su amor y fortaleza.

~Andrea Chatelain