30 días de salud emocionalMuestra

Yo estaba allí cuando ella recibió la llamada telefónica. Sentada en su mecedor, se confirmó el temor de mi querida abuela. El tumor era canceroso y no había mucha esperanza de recuperación. Lloré durante el camino a casa. Y luego oré, Dios, mi fe es débil, no suficientemente fuerte y necesito saber que estás en esto con nosotros.

Como seres físicos a veces es difícil tener fe cuando no podemos literalmente ver o escuchar a Dios. Pero Él siempre está con nosotros, escucha nuestras oraciones y quiere ser la fuerza en nuestra debilidad. Este fue un momento en el que necesitaba que Él fuera eso para mí.

Fui devestionado cuando los médicos trasladaron a mi abuela Irene al hospicio. Ella fue la que me mostró un amor incondicional con galletas y abrazos. Y no había nada que pudiera hacer para ayudarla. Necesitaba que Dios fuera mi roca sólido bajo mis pies vacilantes.

Una mañana, cuando estaba particularmente cansado, Dios me llevó a Colosenses 1:15, que dice: “El Hijo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación.” Al leer esas palabras, le aseguré a mi alma que cuando mi corazón está débil, Jesús es un recordatorio eterno de la provisión y fidelidad de Dios. Él es la prueba tangible de que Dios está con nosotros y nos cuida.

Entonces supe que Dios vio mi dolor y escuchó mis oraciones, no porque Él lo arregló todo, sino que mostró Su presencia y fortaleció mi fe. Recibí una gran paz, sabiendo que Él estaba conmigo, mientras caminaba con mi abuela a través de su sufrimiento. Le conté todos mis miedos, necesidades y angustias a través de la oración, y fue la roca que se mantuvo firme a mi lado durante una de mis temporadas más desesperadas.

~ Andrea Chatelain