30 días de salud emocionalMuestra

Odio admitirlo, pero puedo ser un creyente de mal humor. Muchas veces me parezco a una niña pequeña con berrinche. Si mi relación con Cristo dependiera de mi fidelidad o de mis sentimientos, tendría gran problema.

Han pasado momentos en los que he buscado a Dios diligentemente y me he entregado a Él. Pero también lo he resistido, me he apartado y he ignorado su voz. Han pasado períodos en los que he estado tan enojada, consumida con un dolor tan profundo, que incluso me ha negado orar.

En esas circunstancias, esperaba que Dios me castigara y que me diera Su espalda. Eso es lo que merecía. Pero Él no me respondió así. Al contrario , Él suavemente me dirige el corazón, llamándome de regreso a Él. En esos momentos tiernos, he visto claramente el corazón de Dios, y me he dado cuenta de cuán firmemente descansaba el mío en el Suyo.

Muy a menudo, cuando estamos en medio de una lucha, todo lo que podemos ver es el dolor. Clamamos a Dios, rogándole que nos rescate, sintiéndonos solos, asustados y abandonados. Incluso podemos enojarnos con Él. Pero ni nuestra ira ni dolor pueden disminuir el amor de Dios; Es firme y eterno. Esto significa que su amor por nosotros nunca morirá ni se debilitará, independientemente de cómo nos comportemos.

Cuando estamos heridos y enojados, podemos sentirnos tentados a alejarnos, pensando que Dios también está enojado con nosotros. Pero creo que es en esos momentos que Él más anhela acercarnos. Mantenlo firme la próxima vez que te sientas tragado por la vida y te sientas solo. Recuerda que nunca eres y nunca lo serás, porque en Cristo, estás protegido por un amor profundo e inflexible.

~ Jennifer Slattery