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La verdadera comisión

DÍA 4 DE 7

¿Por qué Dios nos llama a hacer discípulos a las naciones?

En el libro de Apocalipsis, aprendemos que el Cordero inmolado es digno de tomar poder, riqueza, sabiduría, fortaleza, honra, gloria y alabanza. El Cordero es Dios hecho hombre, es el Hijo del Hombre. 

El Hijo del Dios eterno, antes de venir a la tierra era el Hijo, en la tierra fue el Hijo del Hombre. El Cristo es el título que se le da al Hijo en una misión. Por naturaleza, el Hijo es Dios, eterno, el principio y fin de todas las cosas. 

En obediencia al Padre, entra al chronos, al tiempo del hombre desde la eternidad, alineándose al propósito eterno. Respetando el acuerdo realizado con el Padre y con el Espíritu Santo, el Hijo aprendió obediencia. De lo eterno, entró al ámbito temporal, y se le llamaría el Hijo del Hombre. 

El Hijo del Hombre iba a sufrir las mismas tentaciones sufridas por el primer Adán. Y lo hizo en la misma condición del primer Adán sin naturaleza caída. El primer Adán fracasa, el postrer Adán (Cristo) se gana la gloria, la honra, la riqueza, el poder, la alabanza. Lo hace siendo fiel hasta la muerte y muerte de cruz. Esto es lo que Apocalipsis nos muestra, lo que el Hijo del Hombre ganó y conquistó por obediencia. 

Todo lo ganó para compartirlo con la esposa, la iglesia. Nada de esto fue ganado por mérito nuestro, a él le plació hacernos copartícipes de la herencia por la eternidad. Es un favor completamente inmerecido, es la gracia de Dios manifestada en nuestras vidas. 

La iglesia fue llamada a ejercer autoridad en la tierra. Cuando Jesús nos encomienda la gran comisión, explica que todo poder le había sido dado al morir y resucitar de entre los muertos. Ese poder, es el que confirió a su iglesia, es el poder que recibieron de lo alto con la llegada del Espíritu Santo en el Pentecostés. 

Sin la ayuda y capacitación del Espíritu de Dios, sería imposible llevar a cabo la gran comisión. Es por ello que el discipulado se vuelve fundamental en la formación de la persona de Cristo en nosotros. El discipulado nos permite generar amor profundo por el Rey de reyes y Señor de señores. Ese amor profundo de la esposa por el esposo nos hace crecer en madurez y orden de pensamiento y también nos unge para servirle por amor y no por conveniencia.

Solo entonces, al igual que Pablo podremos decir: «… todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo» (Filipenses 3:8) NVI. Y también: «He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí» (Gálatas 2:20) NVI.

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Acerca de este Plan

La verdadera comisión

Después de la cruz, Jesús pasó cuarenta días con sus discípulos en un curso intensivo donde ya no habló por parábolas, sino que directamente reveló el plan eterno. Esta capacitación fue tan impactante que hizo que ninguno de ellos nunca más traicionara el propósito eterno que estaba sobre sus vidas. En estos días, nos proponemos develar en qué consistió este gran cambio. ¡Súmate a este transformador viaje de discipulado radical!

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Nos gustaría agradecer a American Bible Society / El Centro Network por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.americanbible.org/