[Serie Dichosos los que sufren] Consuelo al quebrantado de corazón Muestra

Por la mañana…

Después de noches sin dormir, el cansancio nos abruma. Comenzar el día se vuelve un desafío no poco importante. Sentimos que nos quedamos sin fuerzas, agotados física y anímicamente. En estos momentos te animo a que la Palabra del Señor se convierta en la luz que ilumine tu día y tu camino. 

El salmista nos cuenta su experiencia y nuevamente nos muestra el camino a seguir. Eleva su oración al cielo y pide al Señor que le responda pronto, porque ya no le queda aliento, se siente sin fuerzas. Clama al cielo porque se siente morir. Son sentimientos y emociones que sacuden la vida de una persona que enfrenta el dolor. 

¿Te sientes sin aliento? Deja que el Señor hoy te haga saber de su amor. Eso es lo que el salmista pide en su oración. Sabe que solo el amor de Dios puede llenarlo de fuerzas, es la fuerza que puede consolar y animar el corazón quebrantado. Y, es más, nos da un segundo remedio. Poner la confianza en el Señor. Confía en su amor. El amor de Dios hecha fuera el temor. El amor de Dios consolará tu alma y te guiará. El amor de Dios es la fortaleza que llenará y consolará tu corazón. Confía en saber que Dios te ama y te ha prometido que no te abandonará.

El versículo que continúa con el clamor del salmista va todavía más allá del clamor por ayuda. Consta de dos partes: la primera es un pedido, la segunda es una afirmación. Primero, pide consejo. Por la mañana, clama a Dios y le pide que le muestre cómo debe comportarse, pide que guíe sus pasos por el camino que debe transitar. 

Apenas te despiertas, sigue el consejo del salmista, entrega tu día a Dios. Pídele que te muestre cómo atravesar el valle de su mano. Quizás te sientas confundido, es posible que te sientas abrumado por las decisiones que tienes que tomar. Alza tus ojos al cielo, Dios te mostrará el camino a seguir, guiará tu conducta.

Al pedido de consejo le sigue una afirmación: el salmista afirma que a Dios dirige sus anhelos. Reconoce que Dios es todo lo que quiere y necesita. Entiende que nada ni nadie puede llenar el vacío de su interior. Y se anima a sí mismo a poner su mirada, su enfoque del día en aquel que tiene la respuesta a su necesidad. Pon tu mirada y anhelo en los brazos del Señor.

Dichoso eres, porque recibirás consolación.