Devocional diario de Acción de Gracias de Paul TrippMuestra

Es un asunto de nuestra base teológica, pero realmente no vivimos como si lo creyéramos. Todos decimos que creemos que esto no es el fin. Decimos que realmente creemos que hay vida más allá de la muerte. La base de nuestra teología nos dice que un nuevo cielo y una nueva tierra están por venir. Sin embargo, tendemos a vivir con la ansiedad y la impulsividad generada al creer que todo lo que tenemos es este preciso momento.

He aquí el problema: Si no mantienes tu corazón enfocado en el paraíso que está por venir, tratarás de convertir este mundo caído en el paraíso que nunca será. Las lágrimas del niño en edad escolar quien acaba de ser rechadazo en el parque de juegos son lágrimas de quien busca el paraíso. El dolor de la soledad que siente aquella persona es el dolor de alguien que anhela el paraíso. El dolor que una pareja siente cuando su matrimonio se disuelve, es el dolor de aquellos que están llorando por el paraíso. La tristeza que siente aquel anciano a medida que su cuerpo se vuelve más débil, es la tristeza de alguien que anhela el paraíso. Todos nosotros tenemos este anhelo, aún cuando no somos conscientes del mismo, porque fue puesto allí por nuestro Creador. Él ha colocado la eternidad en cada uno de nuestros corazones (Eccl 3:11). Nuestros llantos son más que llantos de dolor; ellos también son llantos de anhelo por más y por algo mejor de lo que experimentaremos en este mundo caído.

Cuando te olvidas de esto, trabajas muy duro para tratar de convertir este momento en el paraíso que nunca será. Tu matrimonio nunca será un paraíso. Tu trabajo nunca será el paraíso que anhelas. Tus amistades no son el paraíso que tu corazón desea. El mundo alrededor tuyo no funcionará como el paraíso. Tus hijos no te entregarán el paraíso. Incluso tu iglesia no vivirá bajo el estándar de paraíso. Si eres hijo de Dios, el paraíso ha sido garantizado para ti, pero no estará justo aquí, justo ahora. Todas las cosas que te decepcionan ahora son un recordatorio de que esta vida no es todo lo que hay y para causarte el anhelo del paraíso que está por venir. Los sueños que mueren te recuerdan de que este no es el paraíso. Las flores que se marchitan te recuerdan que esto no es el paraíso. El pecado que te aprisiona debería recordarte que este no es el paraíso. Las enfermedades que te aquejan son para recordarte que este no es el paraíso. Vive en la esperanza de que el paraíso seguramente vendrá, y para de pedirle a este mundo caído que sea el paraíso que nunca será.