Cuénteme un CuentoMuestra

Introducción “Aprendo por analogía”. Cuando estaba en la universidad, escuché que un estudiante mayor dijo eso. En ese momento no sabía lo que quería decir. Ahora lo entiendo. Ya en su juventud ese estudiante se había dado cuenta de que él (y a decir verdad, la mayor parte del resto de la humanidad) prefiere aprender escuchando historias, narraciones que contengan personas y experiencias reales, en lugar de una serie de abstracciones (aunque sean ciertas). ¿Eso es muy sorprendente? Desde que éramos niños pequeños, acomodados en la seguridad del regazo de la madre, hemos deseado escuchar cuentos. No le pedíamos a nuestra madre que nos leyera ensayos, ni análisis estadísticos ni textos de dogmática. Le decíamos: “Mamá, cuéntame un cuento”. Los cuentos y las historias nos ayudan a aprender las cosas de manera indirecta, mirando las vidas y experiencias de otras personas. Eso es lo que significan dos importantes palabras derivadas del griego: analogía, que estudia las similitudes entre dos personas o dos cosas, y parábola, que es una historia “al lado” de nuestra propia vida. La mayoría de los verdaderos grandes maestros de la historia han sido contadores de cuentos, de historias. El mejor de todos fue nuestro señor Jesús, cuyas aproximadamente tres docenas de parábolas registradas en los cuatro evangelios son famosas no solo en los estudios de la Biblia sino que resuenan en toda la literatura. He aquí cuatro de sus más famosas parábolas; permita que el Maestro le enseñe sobre usted, sobre su Dios, sobre el infinito amor que tiene por usted y los importantes planes que tiene para usted. --Pastor Mark Jeske