Dulce y humilde: un devocional de 14 díasMuestra
Cuando Hebreos 5:2 dice que Jesús “puede tratar con paciencia a los ignorantes y a los descarriados”, el punto es que Jesús trata con paciencia a todos los pecadores que acuden a Él, independientemente de su ofensa particular y de lo atroz que sea.
Lo que suscita la ternura de Jesús no es la gravedad del pecado, sino si el pecador viene a Él. Cualquiera que sea nuestra ofensa, Él nos trata con amabilidad. Si no acudimos a Él, experimentaremos un juicio tan feroz que será como una espada de doble filo saliendo de su boca. Si acudimos a Él, por más feroz que haya sido su juicio, tan profunda será su ternura como la de un cordero.
Estaremos envueltos en uno u otro. Para nadie Jesús será neutral.
Considera lo que todo esto significa. Cuando pecamos, se nos anima a llevar nuestro desorden a Jesús, porque Él sabe cómo recibirnos. No nos trata bruscamente. No frunce el ceño y reprende. No arremete, como lo harían muchos de nuestros padres.
Y toda esta moderación de su parte no se debe a que tenga una visión diluida de nuestra pecaminosidad. Él la conoce mucho más profundamente que nosotros. De hecho, somos conscientes solo de la punta del iceberg de nuestra depravación, incluso en nuestros momentos de autoconocimiento. Su compostura simplemente fluye de su tierno corazón por su pueblo.
Hebreos no solo nos dice que en lugar de regañarnos, Jesús nos ama. Nos está diciendo el tipo de amor que tiene: en lugar de dispensarnos la gracia desde lo alto, desciende con nosotros, nos abraza, nos trata justo como lo necesitamos. Él es amable con nosotros.
Pero, ¿por qué? ¿Por qué Cristo nos trata gentilmente?
El texto nos dice: “ya que él mismo está sujeto a las debilidades humanas”.
Más directamente, esto se refiere al sumo sacerdocio en general. Esto queda claro en el siguiente versículo, que habla de la necesidad del Sumo Sacerdote de ofrecer sacrificio por sus propios pecados, lo cual Jesús no necesitaba hacer. Pero recuerda lo que vimos unos pocos versículos antes en Hebreos 4:15—Jesús mismo, mientras “sin pecado,” es capaz de “compadecerse de nuestras debilidades como Uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros”.
Jesús tenía cero pecado. Pero experimentó todo lo demás que significa vivir como un verdadero ser humano en este mundo caído: la debilidad del sufrimiento, la tentación y todo tipo de limitación humana. Los diversos sumos sacerdotes a lo largo de la historia de Israel fueron pecaminosamente débiles; Jesús, el Sumo Sacerdote, era sin pecado.
Al contrario de lo que esperamos que sea el caso, por lo tanto, cuanto más profundos nos adentramos en la debilidad, el sufrimiento y la prueba, más profunda es la solidaridad de Cristo con nosotros. A medida que descendemos en el dolor y la angustia, estamos descendiendo cada vez más profundo dentro del mismo corazón de Cristo y no lejos de Él.
Mira a Cristo. Él te trata con delicadeza. Es la única forma que Él sabe ser. Él es el Sumo Sacerdote para acabar con todos los sumos sacerdotes. Mientras fijes tu atención en tu pecado, fallarás en poder ver cómo estar a salvo. Pero mientras mires a este Sumo Sacerdote, no podrás estar en peligro.
Mirando dentro de nosotros, solo podemos anticipar la severidad del cielo. Mirando a Cristo, solo podemos anticipar mansedumbre.
Escritura
Acerca de este Plan
Explora el corazón de Cristo por los pecadores y por aquellos que sufren, con una breve lectura diaria de las Escrituras y una meditación que refleja un aspecto particular del corazón de Dios y de Cristo. Comprende no solamente lo que Jesús hizo por ti, también lo que piensa de ti. De esta manera podrás ser cambiado de una manera profunda y duradera.
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