Dulce y humilde: un devocional de 14 díasMuestra

Cuando llegamos a Cristo, nos sorprendemos por la belleza de Su acogedor corazón. Esa sorpresa es lo que nos atrae hacia Él.

¿Hemos considerado la hermosura del corazón de Cristo? 

Tal vez la belleza no es una categoría que se nos viene naturalmente a la mente cuando pensamos en Cristo. Quizás pensamos en Dios y en Cristo en términos de verdad, no de belleza. Pero la razón por la cual nos interesa la sana doctrina es para lograr preservar la belleza de Dios, al igual que la razón por la cual nos interesamos por unos lentes focales eficaces en una cámara, es para capturar precisión en la belleza de lo que fotografiamos. 

Deja que Jesús te atraiga a través de la hermosura de Su corazón. Este es un corazón que reprende al obstinado con la dureza apropiada, y aun así acoge al arrepentido con más apertura de la que somos capaces de sentir. 

Es un corazón que nos acompaña en medio del iluminado prado del sentido amor de Dios. Es un corazón que atrae al despreciado y al marginado a Sus pies en una esperanza autoabandonada. Es un corazón en perfecto balance y proporción, que nunca exagera, nunca se excusa, que nunca azota. 

Es un corazón que late de deseo por el mendigo. Es un corazón que inunda el sufrimiento con un profundo consuelo de una solidaridad compartida en ese sufrimiento. Es un corazón suave y humilde.

Así que deja que el corazón de Jesús no solamente sea suave hacia ti, sino también amoroso. Si me permites ponerlo de esta manera: romantiza el corazón de Jesús. Lo que quiero decir es que reflexiones a través de su corazón. Permítete ser seducido. 

¿Por qué no construir en tu vida una calma sin apuros, en donde, entre otras disciplinas, consideres el esplendor de quién es Él en realidad, qué lo anima y cuál es Su más profundo deleite? ¿Por qué no permitirle espacio a tu alma para volver a ser conquistada por Cristo una y otra vez?

Cuando miras a los gloriosos santos de tu iglesia, ¿cómo crees que llegaron allá? Sana doctrina, claro. Decidida obediencia, sin duda alguna. Sufrimiento sin volverse cínico, por supuesto. 

Pero tal vez hay otra razón, tal vez la más profunda razón es que tuvieron, con el tiempo, que ser ganados en sus más profundos afectos por un gentil Salvador. Tal vez, simplemente probaron, al pasar de los años, la sorpresa de un Cristo que no se alejó al ver sus pecados, sino que se acercó. 

Tal vez, no solamente sabían que Jesús los amaba, sino que también lo sintieron.