Tercera Palabra

BENDITA-BENDITO

Elisabet quedó llena del Espíritu Santo y exclamó a gran voz: '¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!" (Lucas 1:41-42)

Cuando Jesús se encuentra con su primo Juan el Bautista por primera vez, ambos están todavía en el vientre de sus madres.

Dos mujeres emparentadas; una, apenas una adolescente y la otra, muy avanzada en años- se encuentran unidas en la historia más grande jamás contada. Ambos embarazos han sido precedidos por una visita del arcángel Gabriel. Ambos son milagrosos, pero de diferentes maneras y grados. Ambos niños no nacidos habían sido predichos en las profecías del Antiguo Testamento. Uno es el Mesías. El otro es el "precursor" del Mesías que prepara los corazones de un remanente de Israel para recibir el mensaje del Mesías.

Juntos representan la culminación de todo lo que Dios ha estado planeando, preparando y señalando durante miles de años. El "hilo de la redención" del Antiguo Testamento va directamente desde el Jardín del Edén; a través del llamado de Abraham, un hombre dispuesto a sacrificar a su propio hijo; a través de los sacrificios pascuales de corderos sin defecto, hasta el Rey Sacerdote David; directamente a este encuentro entre María de Nazaret y Elisabet de Hebrón.

María se enteró del avanzado embarazo de Elisabet durante su encuentro con Gabriel. Parece que María no perdió tiempo en seguir las noticias del mensajero angelical, porque en el versículo siguiente leemos: En aquellos días, María se levantó y fue de prisa a la región montañosa, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabe (Lucas 1:39-40).

María debe haber comenzado a prepararse para el viaje de cien millas al día siguiente. Ten en cuenta que Isabel está seis o siete meses más avanzada que María en este momento. No sabemos cuánto tiempo ha pasado desde que estas dos se vieron. Lo que que sabemos es que en el momento en que María entra en la casa y saluda a su pariente, sucede algo verdaderamente extraordinario:

Y sucedió que cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet quedó llena del Espíritu Santo (Lucas 1:41).

Es probable que el hijo de Elisabet, que aún no había nacido, Juan, también estuviera lleno del Espíritu en ese momento. ¿Cómo lo sabemos? Porque una de las cosas que el ángel Gabriel le dijo a Zacarías junto al altar del incienso fue que su hijo "estaría lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre" (Lucas 1:15).

Elisabet experimenta algo que muchos profetas del Antiguo Testamento experimentaron: una llenura temporal del Espíritu Santo que la inspira a pronunciar palabras de parte de Dios, y en realidad, eso es todo lo que es la profecía: hablar por inspiración del Espíritu de Dios. Inmediatamente, Elisabet comienza a pronunciar una palabra profética para María: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto como llegó la voz de tu saludo a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor" (Lucas 1:42-45).

En esta breve explosión de alegría y asombro, Elisabet usa tres veces la palabra bendita. Es la tercera palabra del nacimiento.