Cuarta Palabra

GUÍA

“Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te diga, porque Herodes buscará al niño para matarlo” (Mateo 2:13).

Herodes el Gran Rey de Judá, depravado, demente y paranoico después de más de cuarenta años de gobierno despiadado, acaba de ordenar la muerte de todos los bebés y niños pequeños de Belén a sus alrededores. "Mátenlos a todos", es la orden.

Su objetivo es poner fin a lo que percibe como una amenaza para el control del trono de su familia. Ha oído algunos rumores en Jerusalén sobre el reciente nacimiento de un heredero legítimo al trono de David. Por lo tanto, todos los niños menores de dos años en la "Ciudad de David" deben morir.

Casi inmediatamente después de la caída del hombre, Dios hizo una promesa profética de deshacer todo el daño que se había hecho. Un día nacería una "simiente" de mujer que aplastaría la cabeza de la serpiente que había engañado a la humanidad (Génesis 3:15).

Todo el Antiguo Testamento puede verse como una historia de Dios sentando las bases para traer esa Simiente Salvadora prometida al mundo; y los esfuerzos implacables y violentos del enemigo para impedir que eso sucediera. Solo una batalla en esa larga guerra tuvo lugar quince siglos antes, cuando otro rey inseguro e inspirado por demonios, Faraón, ordenó que todos los niños varones de Israel fueran asesinados.

El enemigo del pueblo de Dios no pudo frustrar el plan de Dios en aquel entonces. Y ahora, al no haber podido impedir el nacimiento de esa “descendencia”, está haciendo un último y desesperado esfuerzo por destruirlo. Esto también fracasará, porque un ángel anónimo se le apareció a José durante la noche y en sueños le advirtió del peligro que corría Jesús.

"Un ángel del Señor se le apareció a José en sueños y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te diga, porque Herodes buscará al niño para matarlo” (Mateo 2:13).