Tercera Palabra

BENDITA-BENDITO

Tras pronunciar dos bendiciones elogiosas, una sobre María y otra sobre el Mesías que lleva en su vientre, Elisabet termina su palabra profética diciendo: "Bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor" (Lucas 1:45).

La palabra griega traducida como “bienaventurados” aquí es una palabra completamente diferente a la que se tradujo de la misma manera al comienzo de la profecía de Elisabet inspirada por el Espíritu Santo. Aquí la palabra es makarios y simplemente significa “feliz”. Profundamente feliz. Jesús usó esta palabra repetidamente en la parte de Su Sermón del Monte que llamamos las Bienaventuranzas.

Allí Jesús hace declaraciones como: “Bienaventurados [makarios] los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6).

Ocho veces consecutivas en este pasaje Jesús describe a un grupo de personas y las declara “felices” porque, cuando Su reino llegue después de Su muerte y resurrección, obtendrán lo que han deseado.

La felicidad es una emoción, y la palabra makarios habla de nuestro bienestar emocional. Me encanta el hecho de que Jesús hiciera estas declaraciones porque revela que Dios se preocupa por cada parte de lo que somos, incluidas nuestras emociones. Jesús vino para hacerte feliz. No es lo único que vino a hacer, pero ciertamente es parte de ello. ¿Por qué? ¡Porque Dios es bueno y nos ama!

Tengo que decirte que, si no eres feliz con Jesús, no serás feliz con nada ni con nadie.

Uno de los engaños más comunes de Satanás es que si entregas tu vida a Jesús, nunca volverás a ser feliz. Él vende esta mentira a las personas que aún no conocen a Jesús, susurrando: "Te gusta divertirte, ¿no es así? Bueno, si sigues a Jesús, ¡tus días de diversión se terminarán!".

Bueno; yo ya tenía la edad suficiente cuando le di mi vida a Jesús. Y al recordar cómo era mi vida antes de ese día, pues no había nada divertido en sentirme crónicamente vacía, sin propósito, deprimida, insegura y llena de vergüenza. Era una forma miserable de vivir. Y no era nada feliz.

Jesús cambió todo eso porque eso era lo que vino a hacer. El tercer capítulo de los Hechos registra a Pedro pronunciando uno de los primeros sermones predicados bajo el Nuevo Pacto promulgado por la muerte y resurrección de Jesús. En el capítulo anterior, el Espíritu Santo fue derramado el día de Pentecostés, lo que hace que este sea uno de los primeros sermones predicados bajo el poder del Espíritu. Toma nota de lo que Pedro dice aquí: "A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo Jesús, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad." (Hechos 3:26).

¿Por qué envió Dios a Jesús? ¡Para bendecirnos! Jesús pronunció una bendición extraordinaria sobre nosotros en Juan 17 (su "Oración del Sumo Sacerdote"). Nuestra felicidad le importa a nuestro Padre Celestial. Benditos y felices son en verdad los que creen.

Bendito es la tercera palabra del nacimiento.