«La plenitud de Dios»Muestra
«La plenitud de Dios»
Cuando entramos en las profundidades plasmadas en Efesios, vemos que la plenitud de Dios es la iglesia. El capítulo tres de Efesios, no trata de la organización de la iglesia ni de su formación, sino de la constitución de la iglesia. La iglesia ni se organiza, ni se forma; ella se forja en nosotros naturalmente al conocer y disfrutar las múltiples riquezas de la vida de Cristo.
Definimos de manera más elevada a la iglesia como la plenitud de Dios. Tal vez a algunas personas les inquiete esta aseveración y se pregunten: ¿cómo la podemos sustentar? Pablo afirma: «A Él sea gloria en la iglesia y en Cristo Jesús». Según el contexto, la iglesia en este versículo es la plenitud de Dios. Cuando en nuestra experiencia somos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios, la iglesia llega a existir de manera práctica.
Entonces Pablo declara: «A Él sea gloria en la iglesia». Esta gloria, es la expresión de Dios. Por lo tanto, en la plenitud de Dios se encuentra la expresión de Dios. Por ende, la plenitud de Cristo es la iglesia, como expresión de Dios.
Algunas traducciones dicen: «...llenos de toda la plenitud de Dios». Según esta traducción, la plenitud de Dios tendría que ser el elemento, la esencia, con la cual somos llenos. Pero éste, es un entendimiento equívoco del versículo. Aquí Pablo dice, que seremos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios, es decir, que seremos llenos hasta que seamos la expresión de Dios.
Las riquezas y la plenitud de Cristo
Juan declara, que «de su plenitud tomamos todos, gracia sobre gracia», es decir que, todos los hijos de Dios, hemos recibido de su plenitud. ¿No se refiere esta plenitud a las riquezas de Cristo? ¿Cómo entonces hacemos distinción entre las riquezas de Cristo y la plenitud de Cristo? Sin embargo, cuando Cristo estaba en la tierra con sus discípulos, ¿diríamos que las riquezas de Dios estaban con Él, o que la plenitud de Dios estaba con Él? Si las riquezas hubieran estado con Él, mas no la plenitud, algo habría faltado; algo no estaría completo.
Cuando el Señor Jesús vino, no hay duda que trajo consigo todas las riquezas de Dios. Sin embargo, no sólo tenía las riquezas de Dios, sino también en Él habitó corporalmente la plenitud de Dios. Por esta razón Juan dice que todos hemos recibido de su plenitud; no dice que hemos recibido de sus riquezas.
Acerca de este Plan
Cuando las riquezas de Dios están en Dios mismo, son sus riquezas, pero cuando estas riquezas son expresadas, llegan a ser su plenitud. Cuando hablamos de la plenitud de Dios, nos referimos a que las riquezas de todo lo que Dios es, han llegado a ser su expresión por medio de Cristo en nosotros.
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Nos gustaría agradecer a Basilio Patiño en colaboración con El Centro Network por facilitarnos este plan. Para obtener más información, por favor visítenos en: www.redrema.org www.elcentronetwork.com