Orando como JesúsMuestra

El hábito de perdonar

(como también nosotros perdonamos a nuestros deudores)

El perdón, más que un acto es un hábito, uno que podemos y debemos aprender a cultivar. Sin embargo, hay que tener en cuenta algunos aspectos que se nos pasan por alto muchas veces, por lo que nos cuesta perdonar.

En primer lugar, debemos hablar de la ofensa. Nadie puede ofendernos sin nuestro consentimiento, es decir, cada uno decide cómo reaccionar ante las ofensas. Esto no es tan fácil de comprender porque el pensamiento de la mayoría de las personas es que uno no puede elegir cómo reaccionar cuando alguien le ofende, pero sí, uno puede elegir.

Es por esta razón que perdonar tiene que ver más con un hábito que con un acto aislado, porque está vinculado a nuestra forma de ver la ofensa.

En muchas ocasiones, las personas no tienen la intención de ofendernos, pero la manera en cómo vemos aquella acción o palabra y cómo reaccionamos a eso, lo convierte en ofensa.

Para generar una actitud de perdón que se convierta en un hábito, necesitamos compasión. Tener compasión de las personas no es lo mismo que tener lástima. La compasión es comprender las condiciones o situaciones de las personas para ser como son, para actuar o hablar como lo hacen.

La falta de compasión produce una actitud de juicio y pensamos que todo el mundo quiere ofendernos y nos defendemos ofendiéndoles también, como para que sientan lo que nosotros. Pero rara vez nos detenemos a reflexionar en todo lo que las personas sufren o viven.

Entonces, Jesús propone que pidamos perdón a Dios, en la medida que nosotros también perdonamos, porque, ¿con que cara llegamos a pedir perdón si nosotros no lo damos? Al final, el perdón nos libera de nuestros propios conflictos internos y nos lleva a estar en paz con Dios y con nosotros mismos, lo cual es la definición de la felicidad.