PERLAS DIARIAS DE GRACIA - Semana 3Muestra

DÍA 7 - ¿Qué hacemos cuando pecamos?

1 Juan 1:5-10

Santiago 5:13-16

Zacarías 13:1-2

¿Importa si pecamos? Esta es una pregunta natural cuando comprendemos plenamente el perdón completo de nuestros pecados en Cristo. Si Jesús lo pagó todo, ¿qué sucede cuando pecamos? ¿Acaso importa?

Si un joven desobedece sistemáticamente a sus padres a pesar de las repetidas advertencias y las múltiples oportunidades, ¿qué sucede?

En primer lugar, la relación no cambia. Los padres siguen siendo los padres y este joven, aunque desobediente, sigue siendo su hijo. Aunque la relación es segura, el compañerismo se altera. Hay tensión, silencio y emociones desagradables cuando el hijo se retira. Hay una barrera para su comunión hasta que la actitud y el comportamiento cambien.

Es lo mismo en nuestra relación con Dios. Una vez que Él nos adopta en Su familia, somos para siempre Sus parientes, por la sangre de Jesús. Nuestro perdón es completo. Nuestra condición de hijos de Dios está asegurada.

Sin embargo, los patrones de pecado no confesado obstaculizan nuestra comunión con nuestro Padre celestial. El pecado interrumpe nuestra experiencia de comunión con Él.

Si ese es tu caso, ¿cómo puedes renovar esa comunión con tu Padre? 1 de Juan 1:9 te dice que confieses tu pecado. Eso significa hablarle a Dios, reconociendo lo malo que has hecho. Él es fiel para perdonarte y limpiarte. Santiago 5:16 va un paso más allá: confiesa tu pecado a otra persona. Hacer esto ayuda a romper el poder de ese pecado en tu vida.

Recuerda distinguir entre la convicción que viene de Dios y la condenación que viene del enemigo. ¡Nuestro Dios nos corteja a través de la gracia, recordándonos que le pertenecemos a Él!

Luego, ponte de acuerdo con Él, reconociendo que lo que hiciste estuvo mal. No pongas excusas por tus pecados. Confiésalos para que puedas ser perdonado.

Finalmente, por fe, da gracias a Dios por Su perdón y por el poder para tomar decisiones piadosas.

Pausa para reflexionar:

Hay un superpoder para sanar que el cuerpo de Cristo a menudo descuida. Dios quiso que fuéramos un cuerpo vivo que respira, una comunidad donde las personas se confiesan regularmente los patrones de pecado entre sí en un ambiente seguro donde los demás responden con gracia y oran unos por otros. Identifica a alguien con quien puedas compartir tus luchas con el pecado. Hacer esto te ayudará a liberarte de las garras del pecado.

Oremos:

Dios, gracias por perdonarme. Sé que quieres que viva de todo corazón para ti. Dame el coraje de confesar mi pecado a alguien (como se menciona en la reflexión) para que pueda romper las ataduras del pecado y experimentar tu gracia sanadora.

¡Disfruta de las palabras de este himno!

Hay una fuente llena de sangre

Extraída de las venas de Emanuel;

Y los pecadores se hundieron bajo aquel diluvio,

Pierde todas sus manchas de culpa.

Desde entonces, por fe, vi el arroyo

Tus llagas que fluyen suplen,

El amor redentor ha sido mi tema,

Y así será hasta que muera.

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