PERLAS DIARIAS DE GRACIA - Semana 3Muestra

DÍA 5 - El amor de Dios: ¡El motivador perfecto!

2 Corintios 5:14

Efesios 3:16-21

Gálatas 5:22-26

Gálatas 6:9-10

Romanos 9:15; 20-26

Tomé la clase universitaria «La psicología de la motivación» con la esperanza de encontrar la clave para comprender e influir en los demás. Me sentí tristemente decepcionado. Recuerdo claramente dividirme en pequeños grupos para diseccionar el hipotálamo de un ternero. Lo has adivinado; no encontramos la clave secreta. (La vaca tampoco estaba muy contenta. ¡Si hubiera conocido su destino, habría saltado la valla!)

Al contemplar cómo nos motivamos a nosotros mismos y a los demás, es vital distinguir entre la voz de Dios y la voz del enemigo.

El diablo nos distrae con la tentación. Una vez que tropezamos y caemos, con la nariz en la tierra, el tentador se convierte en un acusador perverso. Comenzando sus acusaciones con «yo». Nos confunde para que pensemos que solo estamos hablando con nosotros mismos: «No tengo esperanza. Soy un fracasado». A menudo, lanzando una etiqueta para arrancar: «¡Perdedor!», mientras empujamos más nuestra nariz hacia la arena.

Por otro lado, la voz de Dios es suave y bondadosa, no acusatoria. Como el pastor cariñoso que es, nos echa de menos cuando nos hemos alejado, por lo que inicia una búsqueda para encontrarnos, llamándonos amablemente a casa. «¡Ahí estás, cordero mío!». Él nos levanta con ternura, atiende nuestras heridas, nos limpia y nos da la bienvenida de nuevo al redil.

Cuando disciplina, nombra la ofensa específica mientras extiende la gracia. La restauración es Su meta. No ataca nuestro carácter. Él afirma nuestra identidad.

¡El amor realmente es el motivador perfecto!

¡Ahí está! ¡La CLAVE! ¡Si tan solo hubiera sabido en la universidad lo que ahora sé! Nunca se trató realmente del cerebro, aunque necesitamos que piensen en lo que es correcto, bueno y verdadero. La clave de la motivación nunca consistió en trabajar más, compensar los errores del pasado o superarnos a nosotros mismos o a los demás, los insultos despectivos y la culpa. La clave para una motivación honorable y convincente para uno mismo y para los demás es vivir nuestra identidad como hijos amados de Dios, sabiendo que, en Cristo, ya tenemos todo lo que realmente necesitamos.

¡Dios estima las relaciones lo suficiente como para rescatarnos y que podamos ESTAR con Él y Él con nosotros! ¿Por qué? Por amor.

Pausa para reflexionar:

Hoy, despide al «acusador» que conduce a la esclavitud. Habla la verdad del amor de Dios en voz alta y conviértete en un vaso de gracia.

Oremos:

Dios, perdóname por escuchar las mentiras del «acusador». Me niego a ser duro conmigo mismo y con los demás. En cambio, por tu poder, me motivaré a mí mismo y a los demás con un espíritu de amor acogedor.