PERLAS DIARIAS DE GRACIA - Semana 3Muestra

DÍA 4 - ¿Qué pasa si motivamos a los demás a través de la culpa?

Génesis 3:11-12

Hebreos 10:24

Juan 8:1-11

Tito 2:11-14

Adán y Eva tuvieron una comunión extraordinaria con Dios y entre sí. Su pecado rompió esa dulce y pura comunión como ramas muertas cortadas de un árbol. Inmediatamente, sin embargo, Dios inició el plan de gracia prometiendo un Mesías para injertar a los creyentes de nuevo en Él, la Fuente de la Vida.

Pero, el pecado todavía afecta la forma en que nos relacionamos unos con otros. Adán se apresuró a culpar a Eva por su pecado. La vergüenza y la culpa que sentía se trasladaron a señalar con el dedo y menospreciar a los demás. A partir de ahí, esto se convirtió en una forma rápida para controlar a los demás mediante la culpa o la manipulación.

Seamos realistas; es tentador tratar de hacer que los demás cambien, diciéndoles cómo fracasaron, acusando y culpando, dando a entender que sabemos más. Lanzamos una amenaza de castigo de Dios para mayor motivación. Así fue cómo la Iglesia se torció antes de la Reforma, y también sucede cuando los hogares y las iglesias de hoy buscan un cambio.

Al considerar cómo estimular a los demás a realizar buenas acciones, ¿será de verdad que la mejor estrategia es motivarlos mediante la culpa?

Una multitud le trajo a Jesús, una mujer que estaba atrapada en pecado. Una vez que estuvieron solos, la respuesta de Jesús a la mujer es digna de notar. No repite sus pecados, malas decisiones y decisiones insensatas. Él no le advierte del castigo de Dios por tal pecado. No había manipulación en sus palabras, expresiones o acciones.

La mujer conocía su pecado. Los acusadores lo habían mencionado claramente. Jesús no sintió la necesidad de repetirlo.

¿Qué hizo Jesús? Lideró con gracia. Dejó claro que Él no la condenaba.

Luego, Jesús siguió con un simple llamado para que la mujer dejara su vida de pecado. Él vio todos los pecados en su vida, no solo el acto pecaminoso del que otros estaban hablando. Pero, Jesús todavía no sentía la necesidad de hablar una y otra vez de sus muchos pecados. En lugar de eso, Él pronunció una simple declaración instándola al arrepentimiento.

Resulta que la gracia, no la culpa, es el mejor motivador para ayudarnos a alejarnos de la impiedad y las pasiones mundanas. Al tratar de motivar a otros a una vida piadosa, lidera con la misma gracia que recibiste de Jesús.

¿Quién acusa? ¡El enemigo!

¿Qué hizo Jesús? Lideró con gracia.

¿De quién es el ejemplo que quieres seguir?

Pausa para reflexionar:

Puede ser tentador motivar a los demás a través de la culpa o la manipulación, pero no es amoroso ni efectivo. ¿Cómo puedes liderar con gracia al ayudar a los demás a lidiar con su pecado?

Oremos:

Dios, permite que tu amor me alcance para que refleje tu gracia a los demás. Elijo el respeto por los demás y las palabras de vida en mi lengua, dando a los demás la libertad de fallar, tal como lo haces conmigo.