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Hijo de amor

DÍA 3 DE 7

Problemas, perseverancia y provisión

Cuando tenía tres meses, mamá nos trasladó a casa de doña Ita de Ramírez, en la calle Julio Verne, donde ayudaba en las tareas domésticas. Los Ramírez nos acogieron en su casa con amor, y me convertí en el niño mimado de toda la familia. Me cuidaban y me querían como a un hijo. Vivimos con ellos hasta que tuve unos dos años. Fue allí donde di mis primeros pasos.

Una noche, acompañado por mi tía Nelsa y su marido Héctor, Mamá fue al velatorio de un amigo. Allí conoció a Valerio, el hombre que se convertiría en mi padrastro. Aquella noche la acompañó a casa y regresó al día siguiente.

La vida de Valerio tampoco había sido fácil. Cuando era joven, se marchó de casa porque no soportaba el maltrato de su propio padre. Deseoso de conocer el mundo, se alistó con su hermano mayor en las Fuerzas Aéreas Dominicanas, y poco después conoció a Mamá. Congeniaron rápidamente, y pronto se encontró embarazada de nuevo.

En 1962, cuando yo tenía tres años, Mamá y yo nos quedamos sin hogar. Todos los amigos de mi madre, e incluso su familia, nos habían cerrado las puertas. Para complicar las cosas, ahora tenía un hermanito, César Augusto, o «Rolandito», como le llamábamos cariñosamente.

Durante todo un mes, los tres vivimos en las calles de Santo Domingo. Durante el día, Mamá nos dejaba con la tía Venecia mientras trabajaba. Por las noches, recorríamos las calles hasta que encontrábamos un lugar donde dormir. Finalmente, conseguimos un lugar donde vivir en la calle 22. Valerio se mudó con nosotros a finales de 1962.

En 1963, Mamá, Papá, Rolandito y yo nos mudamos a una casa de la calle Alonzo de Espinoza. Fue entonces cuando nuestra vida empezó a mejorar. Valerio era soldado de la Fuerza Aérea Dominicana. Mamá trabajaba en La Estrella, una fábrica donde freía plátanos y patatas, que luego envasaba en bolsas de plástico para vender. Después de trabajar allí durante casi un año, Mamá perdió su empleo debido a una demanda de los trabajadores contra el gerente por maltratar a sus empleados. Los trabajadores ganaron y recibieron una indemnización de unos trescientos pesos dominicanos cada uno. Con ese dinero, Mamá pudo abrir un puesto de comida en una obra situada en la avenida John F. Kennedy.

Padre Dios, en nuestras vidas podemos acarrearnos problemas y enfrentarnos a situaciones que no esperábamos. Sin embargo, tú velas por nosotros. Ayúdame a tener fe y a perseverar a pesar de las luchas a las que me enfrento. Gracias por tu provisión diaria para nuestras necesidades.

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Acerca de este Plan

Hijo de amor

Hace algunos años, una experiencia desgarradora me hizo reflexionar sobre mi vida pues me di cuenta de que Dios siempre me había amado y había velado por mí. Hoy sé que su mano protectora ha estado conmigo en cada paso de mi vida. Deja que este devocional de siete días te anime a ver cómo nuestro Padre Amoroso actúa en nuestras vidas. ¡Acompáñame a alabarle!

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Nos gustaría agradecer a Rev. Emilio A. Reyes por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://avivemos.net