¿Quién es la verdad?

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí (Juan 14: 6).

Hay una necesidad interna en todos los seres humanos que nos impulsa a buscar, ya sea una persona o un grupo de personas (asociaciones, iglesias), o un lugar o algo material en lo que podamos creer. Es como traer una semilla de fe en la mano que nos impulsa a sembrarla, dependiendo de lo que estemos necesitando, desde lo material a lo espiritual. Hablo de cosas como trabajo, paz, sanidad, consuelo, seguridad, recibir perdón, aceptación, etcétera. Sembrar esa semilla nos crea una expectativa de obtener lo que se está buscando y esa búsqueda nos conduce a tomar un camino creyendo que ahí se encuentra la verdad y que esa verdad dará respuesta a nuestra expectación. Sin embargo, surgen las preguntas: ¿Será este el camino correcto? ¿Será verdad lo que estoy escuchando? ¿Y cómo saber si es cierto?

Todos tenemos la capacidad de investigar, de cuestionar, inclusive a Dios. Es válido. Pero al hacerlo hay que tener un corazón abierto a ser enseñables, porque al cuestionar podemos ser necios, sobre todo si de antemano ya estábamos decididos a no creerle sino a seguir creyendo lo que reconocemos que es verdad para nosotros. Entonces podríamos llegar a darnos cuenta de que perdimos el camino que estábamos buscando y con él, el trayecto a obtener respuestas verdaderas. Pero ¿cómo saberlo?

Entre los años 53 y 54 d.C., hubo un grupo de hombres y mujeres religiosos que practicaban los rituales en los que habían sido enseñados. Creían que al cumplirlos al pie de la letra podrían obtener el favor de Dios, ya que consideraban que eran verdad y tenían la expectativa de un Salvador que los libraría del poder romano. Cada vez que leían sus manuscritos no alcanzaban a comprenderlos porque no se les había explicado que ya había venido el Mesías, pero esos hombres tenían un corazón receptivo y estuvieron dispuestos a escuchar a un hombre llamado Pablo y a su acompañante Silas. No solo eso, sino además se pusieron a estudiar todos los días para saber si lo que se decía era verdad. Al creer lo que les enseñaban y confirmarlo con sus manuscritos, hubo gozo porque ahora comprendían que era verdad lo que escucharon.

Solo un hombre hasta el presente siglo ha dicho con certeza YO SOY el camino, la verdad y la vida. Tres condicionantes, por así decirlo, porque no todos los caminos llevan a Dios sino solo Jesús. Y no en todos los caminos hay verdad, pero Jesús dijo YO SOY la verdad, y al creer en Él tenemos vida. Y no solo vida en el día a día, ¡sino vida eterna!

Al leer esa historia de esos hombres en el libro de los Hechos 17:11-12 me hago una pregunta: ¿Por qué no leer la Palabra como lo hicieron ellos, con un corazón abierto y confirmar si es la verdad?