¿Lo conozco?

Este es el mensaje que oímos de Jesús y que ahora les declaramos a ustedes: Dios es luz y en él no hay nada de oscuridad. Por lo tanto, mentimos si afirmamos que tenemos comunión con Dios pero seguimos viviendo en oscuridad espiritual; no estamos practicando la verdad. Si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:5-7).

En este día mi anhelo es que te cuestiones a ti mismo. ¿Lo conozco? He oído hablar de Él, lo predican en las iglesias, me hablan de Él. Pero, ¿lo conozco personalmente? Cada mañana cuando me dirijo al trabajo viajo por carretera y todos van manejando demasiado rápido, cada uno a sus actividades diarias. Unos van en un sentido y al lado opuesto van en otro, a altas velocidades para llegar a sus destinos o dicho de otro modo, a donde sus pensamientos los dirigen. Curiosamente, hay una pregunta en el Antiguo Testamento en Eclesiastés, el libro escrito por el hombre más rico y sabio de su época, Salomón. Y dice: ¿Qué provecho recibe el hombre de todo el trabajo con que se afana bajo el sol? El sol sale y se pone, y se apresura a dar toda la vuelta para volver a salir. Los ríos desembocan en el mar, pero el mar nunca se llena. Luego el agua vuelve a los ríos y sale nuevamente al mar.

¿Alguna vez te habías hecho esas preguntas? ¿Por qué el mar no se llena? O, ¿quién puso los límites al mar? No hay poder humano que lo haga o haya hecho. Al ver tantos vehículos cada mañana y yo ser parte de ese tráfico, me tengo que cuestionar: ¿A dónde voy? Porque la vida no consiste en éxitos y dar gusto a mis pensamientos y los deseos visuales y audibles, pues al final del día el espíritu grita a través del alma: ¡Estoy vacío! Por eso la importancia de saber qué decidir, en qué ser persistente. Te exhorto a conocer al Maestro llamado Jesús, porque Él es luz y al andar en su luz, sabemos la razón por la cual nos dirigimos cada mañana a trabajar. No lo hacemos solo por un salario para suplir las necesidades, ¡sino para ser luz! Y vamos siendo luz al aprender de Él cómo convivir con nuestros compañeros, ya sea en la escuela, el trabajo o la familia. Al hacer lo opuesto, la realidad es que nos mantenemos engañados creyendo que lo conocemos. Cuando le conocemos, día a día sabremos enfrentar la vida y podremos decir con certeza, ¡lo conozco!

Quizá te preguntes, ¿y cómo lo puedo conocer? A través de su Palabra, la Biblia. Jesús dijo: «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». Te animo a que empieces a conocerlo a través del Evangelio de Juan. Empieza a leerlo, un poco cada día. Dile al empezar tu lectura: «Quiero conocerte, Jesús. ¿Puedes por favor responderme a través de tu Palabra?».

Créeme, ¡te sorprenderás grandemente!