Las Riquezas De Su GraciaMuestra

Nuevamente, corremos el riesgo de irnos hacia los extremos, por un lado, el extremo de no valorar esto, el regalo inmerecido, y pensar que a nosotros no nos supone nada, que podemos vivir exactamente igual, porque la Gracia lo cubre absolutamente todo. Así que, nada cambia en nuestra vida.

No abandonamos nada, no nos despojamos de nada, no renunciamos a nada, porque Cristo lo hizo todo por nosotros. Y, por otro lado, se nos habla de pagar un precio para merecer esta gracia, o para lograr algo de Dios y si fuera así, entonces ya deja de ser Gracia. El precio para que disfrutemos esta Gracia lo pagó Cristo Jesús por completo.

Decir que nosotros tenemos que pagar un precio, es decir, “Señor, lo tuyo estuvo bien, pero no fue suficiente.” Tremenda barbaridad. Por eso, Pablo en Romanos habla de un mucho más de lo realizado por Cristo. Mucho más que Adán, que el pecado, que la ley, que todo. Ese “mucho más” del que tanto habla pablo, no es un año, es lo que Cristo hizo para nosotros y que está disponible por siempre y para siempre.

¿Quiere más ejemplos de cuánto le costó a nuestro Señor? En Isaías 53 nos anticipó su dolor y sufrimiento, en los cuatro evangelios se registra a profundidad su pasión, es decir, desde que es arrestado hasta que resucita.

Si lo sé, tal vez a estas alturas quieras preguntarme, Kenneth, pero ¿no crees que debemos renunciar a cosas para seguir a Cristo, por la causa del Evangelio? Por supuesto, pero no como un requisito para obtener algo, sino como algo natural de la vida que portamos. Es decir, no renunciamos como sufrimiento. Debemos verlo como cuando uno se casa o es padre.

Recuerde, todo me es lícito, pero no todo me conviene, no todo me edifica.Dios Padre tenía un solo Hijo, y lo entregó.

Entender esto, el precio que se pagó por nosotros, nos debe conmover.

Entenderlo nos llevará a rendirnos por completo a Él, a Su plan, a Su propósito. No se trata de nosotros, sino de Él y de que Él sea visto a través de nosotros para que otros caigan rendidos a sus pies. Respondemos a Su amor. Nada más. Nada menos. Si eso no es lo que ocurre en nosotros, es que no lo hemos entendido. Porque seguimos mirando lo nuestro y no lo Suyo.

¿Sabe de qué se trata todo esto? No de nosotros. No de estar mejor cada día. La madurez es entender que esto se trata de conocerle más a Él, y que, por medio de conocerle más, los que nos rodean también puedan conocerle.

A estas alturas, es importante que comprendas que la gracia siempre estuvo ahí, y la podemos ver reflejada en toda la escritura, porque siempre Dios ha sido un Dios lleno de gracia.

Lo que queremos ver en este punto es que la Gracia no es un invento actual, ni de algún predicador moderno, ni siquiera es algo que nace con el nuevo testamento o el nuevo pacto. Tampoco es una dispensación ya que tendría un final, porque la Gracia es eterna ya que proviene de un Dios eterno.

Juan dio testimonio de él y a voz en cuello proclamó: “Este es aquel de quien yo decía: El que viene después de mí es superior a mí, porque existía antes que yo”. Luego dijo: “De su plenitud todos recibimos gracia sobre gracia, pues la Ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo”. (Jn. 1:14-17)

También dice las escrituras, se nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo (Ef.1:5-8)

También asegura: “En aquel tiempo -afirma el Señor-, seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellas serán mi pueblo. Así dice el Señor: El pueblo que escapó de la espada ha hallado gracia en el desierto; Israel va en busca de su reposo”. (Jer. 31:1-2)

Y finalmente asegura: “Luego de que ustedes hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que los llamó a su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará fuertes, firmes y estables.”. (1ª Pd. 5:10)

Muchos se enfocan en el sufrimiento, recordemos que habla de persecución, pero el enfoque debe ser el Dios de toda Gracia.

La Reina Valera dice “os perfeccione”, y este es un punto importante. Nuevamente, evitemos dos extremos. Por un lado, el extremo de decir que ya somos perfectos y no hay nada que hacer, ni nada que cambiar. Es cierto que en el espíritu hemos sido hechos perfectos, pero seguimos en un proceso de perfeccionamiento en el alma.

Y el otro extremo que nos dice que somos imperfectos, Dios nos acepta así, imperfectos, y es cierto, pero estamos en un proceso, y no entender eso, es no entender la obra que se llevó a cabo en la cruz.