Viviendo Por La PalabraMuestra

Vivir La Palabra

Es muy fácil decir que vivimos por la Palabra de Dios, que creemos en ella y que aferrados a sus promesas somos vencedores por su poder, en el Nombre de Jesús, ante cualquier prueba o circunstancia que enfrentamos. Siempre será más fácil hablar de la Palabra que vivirla, porque es ahí, donde se demuestra la veracidad de la confianza y la fe que decimos tener en ella.

Desde que recibimos la adopción divina por medio de Jesucristo, contamos con el don que nos permite ser sensibles a la Voz de Dios, a su Poder regenerador. Así, vivir la Palabra, implica pasar por el fuego abrasador de su Poder para ser perfeccionados, regenerados y vivificados según el propósito por el cual la recibimos.

Cada promesa de nuestro Padre conlleva un compromiso y al mismo tiempo la prueba que garantiza su veracidad a través de cada vivencia; de lo contrario, no podríamos ser fortalecidos ni madurar en la fe que profesamos y que podemos poner por obra en Cristo Jesús.

El Poder de la Palabra obra en nosotros muerte para que seamos vivificados en la identidad y en el carácter de Jesús; siendo regenerados a su semejanza, a través del Poder manifiesto en cada prueba y etapa de la vida conforme al propósito de Dios.

Si has vivido la Palabra y has pasado por el fuego abrasador que conllevan las pruebas para que tu espíritu sea vivificado por su Poder, sabes de lo que estoy hablando; vivir la Palabra, va más allá de proclamarla.

Vivir la Palabra, implica vivir a merced de la voluntad divina para manifestar a Jesús, en el espíritu. Vivir la Palabra implica sacrificar; entregarse y someterse por completo a la autoridad del Espíritu de Dios, para que según su voluntad obre en nuestra vida como quiera.

Vivir la Palabra no es un éxtasis de paz en los que muchos en su emocionalismo y religiosidad se sumergen al momento de acoger la Palabra por conveniencia, cuando solo tienen en cuenta las promesas o los beneficios, más no los compromisos, exhortaciones y advertencias. Vivir la Palabra, implica entregarnos en sacrificio para morir cada vez más a nosotros mismos y de esta forma ver cumplida en nosotros la voluntad de Dios.