Caminando Cerca Del Maestro Sus Últimos DíasEjemplo

Sábado | María Ester Sánchez Núñez

¡Qué día tan desconcertante, tan pesado, tan difícil! El Hijo del Hombre ha muerto. ¿Han muerto con Él todas Sus enseñanzas, todas nuestras esperanzas?

El Hijo de Dios está muerto.

Es impensable.

Es cruelmente cierto.

Los recuerdos horrorosos me pesan en el alma. Los sonidos, hasta los olores que acompañaron los trágicos días vividos me desbordan. Intento poner sentido, sin conseguirlo. De la nada, recuerdo a aquel hombre crucificado a tu lado, el que te echaba en cara no estar haciendo nada para salvarles.

No me gusta lo que estoy pensando, ni entiendo bien cómo estoy llegando donde estoy llegando... Y no me gusta porque me veo identificándome con él... recordando avergonzada, las muchas veces que te he echado en cara el no hacer nada para sacarme de mis circunstancias difíciles... recordando las veces que pienso que te tardas, que no vienes cuando clamo... incluso dudando de Tu bondad, no de Tu capacidad para rescatarme, más bien, de Tu querer salvarme... No difiero mucho de aquel ladrón.

En medio de tan vergonzosa realización, encuentro asombrada otra línea de pensamiento que me alcanza. Precisamente por eso seguiste allí en aquella horrible cruz, para acabar la obra, para terminar de una vez por todas con la culpa de mi pecado. Si no te bajaste antes de acabar, no me vas a abandonar ahora tampoco, ahora ni nunca. Tu compromiso de amor por mí me demuestra que aunque yo no entiendo nada, aunque yo dude a veces, Tú estás conmigo hasta el fin. ¡Gracias!

Isaías 53: 6,8,10

Gracias por llevar la culpa y el pecado mío... por sufrir el castigo que me correspondía a mí... por aguantar la humillación y el sufrimiento hasta la agonía por mí. ¡Gracias que ya no hace falta nada más!

CONSUMADO ES.

Dijiste que al tercer día, volverías a vivir.

Mañana hacen tres días...