Conócete a ti y conoce al piloto

Hace unos años estuve como pasajera en un avión de Orlando a Puerto Rico. Este se detuvo en la pista de aterrizaje y el piloto explicó que no podía realizar el vuelo porque había una fuerte tormenta eléctrica, por lo que, por el bienestar de los pasajeros, nos quedaríamos durante unos treinta minutos estacionados.

El avión estaba repleto de personas de diferentes países, así que fue interesante observar cómo, a los veinticinco minutos, los pasajeros comenzaron a inquietarse. Algunos empezaron nuevamente a preguntar qué estaba pasando; otros, a juzgar la decisión del piloto; algunos hicieron sugerencias de lo que el aviador debía hacer; mientras que otros, comenzaron a sentir ansiedad y pidieron agua.

Mientras escuchaba y observaba todo lo que pasaba, llegó a mi mente la siguiente reflexión: En los momentos difíciles, tú eliges qué hacer como pasajero. Define tu rol, y recuerda que no eres el piloto.
Ninguno de los roles que asumes como mujer: hija, hermana, madre, esposa, amiga, tía, empleada, prima, etc., serán suficientes para llenar tus expectativas de sentirte plena, feliz y satisfecha.

La vida es cíclica y en las temporadas de vientos huracanados tendrás momentos de soledad contigo misma. Esa soledad y estos retos contigo misma son los más difíciles de enfrentar, si no te amas ni te aceptas; si no reconoces cuánto vales.

Conócete a ti misma. Disfrútate, abrázate y valórate. Cuando no te conoces, estás propensa a vivir temerosa y confundida, y esto no te ayudará a enfrentar los retos de la vida cotidiana. Si permites que tus pensamientos te dominen, puedes desenfocarte y cuestionar la decisión del piloto juzgándola como incorrecta y perderás de vista que lo que precisamente el experto está tratando de hacer, que es proteger a los pasajeros.

Los retos son enviados con propósitos. Cuando aprendes que Dios es suficiente, en cualquier turbulencia, tendrás paz.

Dios nos ha provisto un manual que nos exhorta, consuela y edifica. Nos enseña a darnos un valor y con esto respetar Su depósito en nosotros. Es necesario entender que Él nos ama, que tiene interés y un deseo genuino de que estemos bien; que Su placer somos nosotros, Su creación. Y como creador quiere lo mejor para Sus hijos. ¿O acaso tú, siendo una madre imperfecta, no quieres lo mejor para tus hijos? ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? (Mateo 7:9).

Todos los procesos toman su tiempo, podrás superar el tuyo, pero te asombrarás de lo diferente que te proyectas cuando sabes que tu identidad, tu vida, el amor, el gozo y la paz, solo provienen de tu Dios que es suficiente.

Misma, recuerda que Dios es suficiente y que ¡tú vales!

Ahora disfruta un momento entre Dios y “Misma”

—Amado Padre celestial, hoy decido aprender a manejar adecuadamente mi valor y amor propio. Me ocuparé de tener una buena administración de mis emociones, pensamientos, relaciones, tiempo y dinero. No le daré a nadie el consentimiento para hacerme sentir inferior o minimizada. Decido disfrutar el gozo que Tú me das, mi amado Dios. Amen

—Querida hija amada, desde antes que tú nacieras te he amado con amor eterno, y solo quiero mi gozo para ti. Quiero que disfrutes mi plenitud todos los días de tu vida. Es mi voluntad que se manifieste el gozo como uno de los dones del Fruto del Espíritu Santo que te regalé, y ese gozo será tu fortaleza. Hija, tendrás días de mucha aflicción, tribulación y adversidad, pero confía y recuerda: Yo soy más grande que tu problema, yo ya vencí al mundo y estoy contigo como poderoso gigante.