Las Siete Palabras De La CruzMuestra

UNA PALABRA DE SOLEDAD

La cuarta palabra reveló cuán completamente solo estaba Jesús en su lucha a muerte con Satanás.

Esta batalla no se libró con espadas o lanzas, sables de luz o relámpagos, explosiones de energía o fuerza física. El campo de batalla estaba en la mente del mismo Cristo, donde luchó solo y físicamente exhausto contra las tentaciones de Satanás. Había sido abandonado por sus discípulos (excepto uno), condenado por los líderes religiosos de su propio pueblo y condenado por el gobierno romano que se suponía que impartía justicia.

Todo lo que Satanás tenía que hacer era hacerlo pecar una vez. Sólo una vez. Satanás susurraba constantemente que los necios mortales de la tierra eran alimañas por las que no valía la pena morir, que había maneras mucho más fáciles de hacerlo. Sólo un pequeño acto de rebelión contra su Padre. ¡Y ahora el Padre lo había abandonado! “Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:45-46). ¿Por qué? Jesús sabía por qué. Porque solo Él había accedido a pagar el precio del pecado humano. Lo que realmente estaba gritando era su conmoción por lo terrible que era que Dios te diera la espalda y te quitara todo el amor, la misericordia, la esperanza y el apoyo.

En ese momento Jesús estaba experimentando el infierno por ti.