Las Siete Palabras De La CruzMuestra

UNA PALABRA DE COMPASIÓN

Cuando tengo dolor, no tengo paciencia ni compasión por nadie más que por mí. Si me golpeo el pulgar con un martillo y mi esposa me pregunta si estoy bien, le respondo ofuscado: “¡No! Por supuesto que no estoy bien“.

Cuán extraordinario es que mientras estaba en su agonía de muerte, Jesús estaba pensando en su madre. Lo que no nos se dice la Biblia es dónde estaba su padrastro José (tal vez muerto) ni los otros hijos de María (quizás no creyentes en este momento). Pero María estaba ahí y, como había sido profetizado 33 años antes, una espada le atravesaba el alma.

Jesús se preocupaba profundamente por ella y quería hacer unos últimos arreglos importantes: “Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.” (Juan 19:25-27) .

Juan, el “discípulo a quien Jesús amaba”, fue el único que regresó para presenciar la crucifixión. Fue a él a quien Jesús le encomendó el cuidado de su madre, encargo que Juan ciertamente ejecutaría fielmente. En una era sin una red de seguridad del gobierno, Juan sería su fuente de apoyo.

Un verdadero servidor hasta el final, nuestro Salvador estaba pensando en las necesidades de los demás.